SAYURI LOZA 

En Bolivia peleamos cada día por algo distinto, pero algo que nunca falla a la hora de generar asperezas, es hablar de sexualidad y el modo en que cada quien vive la suya. Así, muchos creen que los derechos sexuales son hablar con lenguaje inclusivo y el aborto libre y gratuito por lo que o se encantan o se enfurecen.

Bolivia nació a la vida como país católico y conservador, por lo que las primeras constituciones y códigos penales, buscaban castigar severamente todo lo que se consideraba entonces, faltas a la moral y la decencia, así que la homosexualidad, el aborto y el “libertinaje” eran perseguidos por las autoridades, la Iglesia y por quienes asumían el papel de la superioridad moral dentro de la sociedad.

El mundo ha avanzado en nuevas direcciones desde entonces y Bolivia es parte de eso. No hay ser humano que carezca de sexualidad y la reproducción es parte del ciclo vital, por lo que los derechos sexuales y reproductivos debieran ser una discusión tan natural como el derecho a la alimentación y a la vivienda, pero ambos temas en esencia biológicos, se han intoxicado con contextos más bien políticos e ideológicos.

Pero algo hay que hacer: en Bolivia, siete de cada diez mujeres han tenido un aborto y hay 109 embarazos adolescentes y de niñas por día y todavía aprendemos sobre sexualidad viendo pornografía consecuencia de la doble moral donde no se habla del tema y del fácil acceso a información no siempre adecuada gracias a internet.

Lo malo es que no se puede establecer espacios de diálogo pues quienes defienden con uñas y dientes su posición unilateral son justamente los más radicales: conservadores que se oponen a toda mención de sexo en las escuelas pero que tampoco se ocupan de enseñarles sexualidad a sus hijos y progresistas que exigen el aborto gratuito como un derecho en un país donde el sistema de salud es lacerantemente deficiente, ninguna facción va más allá.

El Gobierno por su parte, cumple con su cuota de parecer progresista para no herir susceptibilidades de quienes buscan cambios, pero tampoco se ocupa de eficientemente informar sobre lo que son derechos sexuales por miedo a protestas de sectores conservadores que les quitarían votos.

Más allá de radicalismos, hay un montón de elementos que no se discuten: la decisión de cuándo y cómo tener hijos, o de no tenerlos y el acceso a educación desde especialistas no sólo al tema sino a salud mental para aprender a administrar esta faceta de la vida de manera madura y responsable, pero no veremos marchar a nadie pidiendo eso.

Hace poco salió la noticia de una pareja, ambos mayores de edad, que sostenía relaciones sexuales dentro de su automóvil y fue detenida por la policía, cosa ilegal pues se hallaban dentro de su propiedad, pero como el asunto no se toca y se reduce a una norma caduca, seguimos con muchos vacíos encima en un tiempo en el cual la sexualidad es una de las cosas más visibles en todas partes y si ni autoridades ni sociedad se sientan a hablar del tema, las consecuencias son las que estamos viendo justo ahora.

Es importante poner el tema de los derechos sexuales y reproductivos en agenda, pero debe hacerse de la manera más despolitizada y abierta posible, tomando en cuenta que somos una sociedad diversa, respetando que los padres eduquen a sus hijos de acuerdo a sus creencias pero exigiendo que los eduquen, porque lo que ahora se hace, es guardar silencio, el mismo silencio que guardaban nuestros abuelos y que tal vez funcionaba en su mundo, pero ese mundo ahora ya no existe.

Y algo más: los medios deben dejar de buscar polémica porque cuando se habla de derechos sexuales, reducen el tema a una discusión sobre el aborto, lo que debido al morbo y a las posiciones extremas genera rating, pero poco o nada hacen para hacer comprender a la gente lo amplio y necesario de conocer y ejercer todos nuestros derechos, incluidos éstos, que tanto está costando establecer.

SAYURI LOZA

Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana. 

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21