Nonstop The Madness, una polémica poco honesta

MÓNICA OLMOS

Nonstop the Madness es el festival de música juvenil más grande de Bolivia y que hace cinco años tiene lugar Cochabamba.

Nonstop the Madness nace el 2017 resultado de la fusión estratégica del carnaval Nonstop y el carnaval Madness en Cochabamba. Los jóvenes empresarios de Team Link y Team One productoras con más de una década de experiencia en la organización de eventos de entretenimiento deciden fusionar ambas marcas con el propósito de crear el mejor festival de música internacional del país. Recordemos algunos antecedentes.

En 2017 Nonstop the Madness logró reunir seis mil asistentes en torno a los grupos CNCO, piso 21 y Dj Quintino; en 2018, nueve mil aficionados se dan cita para ver y escuchar a Bad Bunny y Jowell & Randy; en 2019 -convertida en una marca reconocida- Nonstop the Madness junta a once mil fanáticos dispuestos a bailar al ritmo de Sebastian Yatra, Becky G y Fedde le Grand; en 2020, el festival reúne a quince mil asistentes de todo el país dispuestos a ovacionar a Anuel AA, Karol G y Danny Ocean, versión que, por sus dimensiones, se realiza en el campo ferial de Alalay bajo la administración de FEICOBOL, recinto que ofrece las condiciones que los organizadores procuran en términos de seguridad, comodidad y acceso a servicios sanitarios. Este 2022, los organizadores apuestan una vez más por el crecimiento sostenido del festival convocando a Tini, Jhay Cortez y Rauw Alejandro, e invierten en una infraestructura segura, tecnología apropiada para un espectáculo de calidad internacional, escenarios adicionales y una logística de marketing compleja que contempla el desarrollo de un innovador método de promoción y venta de entradas.

El Nonstop the Madness de esta quinta versión ha generado una polémica que considero poco honesta: Se critica la falta de medidas de bioseguridad en medio de una cuarta ola de Covid que refleja números en franca caída.

Lo que hay que observar de este tema:

1. Impacto económico.

Según datos proporcionados por los organizadores, esta 5ta. versión permitió la contratación directa de 350 hombres de seguridad privada, 400 meseros, 150 para personal de barra, 40 personas para limpieza y 80 como personal extra. De manera indirecta, los tres días de festival impactaron en la economía de al menos cinco rubros: espectáculo (sonido, luces, pantallas gigantes, tarimas, muebles); publicidad (agencias de marketing, impresión de lonas, creativos y diseñadores, redes sociales); transporte (pasajes aéreos y terrestres, disposición de tres líneas de radiotaxi, taxis independientes, transporte de privados, combustible); gastronomía (restaurantes, servicio de catering, hielo, bebidas, micro negocios); hotelería (hoteles de 2, 3, 4 y 5 estrellas llenaron sus ocupaciones). Adicionalmente, los organizadores calculan que aproximadamente 5 mil personas se vieron beneficiadas con ingresos generados a partir de Nonstop the Madness.

2. Promoción y venta en Red.

Los organizadores han desarrollado un sistema innovador (para Bolivia) para promocionar y vender las entradas al festival. Alrededor de 600 jóvenes influencers de Tick Tock, You Tube e Instagram de todo el país y algunos fuera de Bolivia, se encargaron de marketear el Nonstop the Madness conformando una gran red que impulsó un movimiento de venta muy efectivo en los nueve departamentos del país.

3. Hacia algo grande.

En cinco versiones y a pesar de las restricciones que ha impuesto la pandemia desde el 2020, el Nonstop the Madness es un evento que cada año se ha superado a sí mismo, pero que además demuestra una proyección por demás interesante por lo que este festival debería buscar constituirse en el referente internacional de la música de los jóvenes. El conjunto de condiciones competitivas que ofrece Cochabamba y la visión de las empresas que impulsan y organizan este evento musical, se alinean para que el Nonstop the Madness suene y resuene en la región, y pueda convertirse, ojalá, en uno de los escenarios más cotizados por aquellos artistas nacionales e internacionales, generando un efecto multiplicador importante para la economía de Cochabamba, departamento que a veces tiene dificultades para apropiarse y apoyar las buenas ideas.

4. Medidas de bioseguridad.

Este año, al igual que el 2020, los organizadores del festival alquilaron los ambientes del recinto ferial de Alalay pero ya no a FEICOBOL sino a la Alcaldía que es la institución propietaria del recinto y que actualmente tiene tuición administrativa del campo ferial.  En este contexto, declaraciones de ciertos empresarios y ex líderes del sector privado de Cochabamba que otrora alquilaron el mismo recinto para este festival, observaron las medidas sanitarias que rigieron durante las tres jornadas de Madness desencadenando, desde mi punto de vista, una polémica poco honesta y muy dañina.

Resulta curioso pues que la crítica recaiga en Nonstop the Madness y exima a decenas de miles de reuniones, juntes, fiestas y celebraciones carnavaleras. Jueves de Compadres y de Comadres son, por ejemplo, dos eventos que reúnen a gran cantidad de personas alrededor de la bebida, la comida y el baile y donde es imposible no quitarse el barbijo y mantener distanciamiento físico, todo lo contrario. Lo propio podemos decir de las fiestas privadas entre amigos, reuniones familiares, challas, mojazones, entradas folklóricas, festival de bandas, corsos, entierro de pepinos, feria del puchero y confite, y varios otros eventos propios de estas fechas en las que la ingesta excesiva de alcohol y comida en reuniones sociales impide que se cumplan las reglas de bioseguridad.

Los organizadores de Nonstop the Madness aseguran que consideraron varias medidas sanitarias como la exigencia de la presentación del carnet de vacunas, pero de ahí a creer que en un festival de música con una asistencia de varios miles de personas se guardarían todos los cuidados, es tan iluso como creer que lo propio ocurra en el desmadre de comadres, compadres y demás tukuimas ¿no lo cree35? Esta crítica selectiva, deshonesta en sí misma, es lo que molesta y resulta inadmisible.

MÓNICA PATRICIA OLMOS CAMPOS

Comunicadora Social y Doctora en Ciencias de la Educación

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de Visor21.