Lábaros y símbolos: estética de la propaganda en la construcción de identidades

CARLOS MANUEL LEDEZMA

Propagar ideas, pensamientos, conceptos, matices de distinta índole, ha significado desde los albores de la humanidad un constante desafío. Es precisamente de donde deviene el concepto mismo de la propaganda, aquella que busca propagar, difundir, enseñar algo, lo que sea, mostrándonos la esencia misma de lo que se pretende transmitir, utilizando métodos y técnicas cada vez más elaboradas bajo el entendido de que cada ser humano es libre de adherirse o no, a determinadas ideas que les son expuestas.

Una cuestión que en apariencia resulta innocua, termina siendo con el transcurso del tiempo para la cotidianidad de las personas, un aspecto que tiene mucho mayor importancia de lo que podría imaginarse. Las personas creen que tienen toda la información relacionada acerca de esta actividad contemporánea que busca no sólo transmitir, propagar o difundir. Esta actividad que se ha desarrollado a tal grado, es capaz de influir de manera decisiva en la vida y decisiones de miles de personas.

Para ejemplificar de mejor manera, podemos concentrar nuestra atención en las grandes luchas ideológicas en el mundo moderno, tomando en cuenta aquellos aspectos de la historia que enfrenta en verdaderas luchas propagandísticas al capitalismo y el socialismo, la democracia y la dictadura, el frente aliado frente al nacismo, occidente contra el comunismo, la derecha y la izquierda, Israel contra Palestina, aspectos altamente contaminados de conceptos propagandísticos, plagados de mentiras, exageraciones, verdades a medias y abusos publicitarios de los que las personas comienzan a desconfiar cada vez más.

La “propaganda política”, ha alentado desde hace varias décadas la idea entre las masas de buscar aquello que les hace falta, satisfacciones de orden social y económico a la que le han dado el nombre de “reivindicaciones”. Cuando las masas salen detrás de aquellas reivindicaciones, es donde intervienen los teóricos, los políticos y los caudillos, haciendo uso de palabras seductoras y provocativas, se dedican a vender ideas que son capaces de expresar los instintos de “justicia vindicativa” que alimenta el espíritu de aquellas masas.

Vale la pena señalar que todo aquello no opera únicamente bajo el influjo de la propaganda, que lo único que hace es coronar una serie de situaciones complejas, provocado por una multitud de factores, que predisponen a las personas para recibir tal o cual información, anticipándose casi siempre a su respuesta. La insatisfacción social de buena parte de los ciudadanos ha permitido la formación de grupos colectivos de masas proletarias, quienes fueron a lo largo del tiempo influyendo sobre otros segmentos de la sociedad debido a que comparten los mismos problemas y frustraciones.

Los regímenes totalitarios, son los que han mostrado un conocimiento más cabal de las técnicas profesionales de la propaganda política y de su verdadero protagonismo en la sociedad, esforzándose cada vez más por convertirla en una herramienta indispensable para asegurar y afianzar su control. La propaganda se identifica con la instrucción cívica colectiva, logrando despertar en el pueblo preocupación e interés por los problemas del Estado y de sus gobiernos, logrando una íntima convicción de que los problemas de los gobernantes son los mismos de los gobernados y haciendo énfasis en que todo lo que se hace es en beneficio suyo.

La propaganda política es tan vieja como la misma actividad política. Las arengas al pueblo reunido, las discusiones en calles o edificios públicos, las inscripciones en los muros, letras y fórmulas grabadas en los frontis de los templos, ritos y ceremonias, marchas de protesta, procesiones luciendo emblemas con colores distintivos, estandartes, flores y símbolos de distinta índole; la música, uniformes y gallardetes, esto y más existía hace siglos, en tiempos como los actuales en los que la relación muchedumbre y líder jugaban un rol determinante.

La democratización en la vida social y la importancia creciente de las masas, se fortaleció notablemente durante el siglo XIX. La consecuencia de las guerras napoleónicas y especialmente la revolución industrial, permitió que se experimentará un salto demográfico cuantitativo en las ciudades, además de la migración campo ciudad que consolidó eficazmente a los centros urbanos como espacios de grandes aglomeraciones humanas, en demanda y búsqueda por la satisfacción de sus necesidades.

Ante aquel panorama, fueron precisamente las masas europeas quienes, debido a su fanático sentido de organización y una aguda inestabilidad emocional, se inclinaron de forma natural a la búsqueda de su guía, dejando el camino allanado para la promoción del líder, a quien tienen la costumbre de profesar una adoración casi religiosa debido a las personalidades fuertes y deslumbrantes por las que apuestan. Este fenómeno encuentra rápidamente oídos en las masas de obreros del resto del mundo, que deseaban ver encarnados de forma real sus ideales y aspiraciones a una nueva clase de vida, siguiendo a pies juntillas las mismas recetas.

La Revolución Rusa en el verano de 1915, había conformado el “Comité del Factor Moral”, como parte de las organizaciones técnicas y científicas del partido. Este Comité, tenía la finalidad de dirigir y elevar la moral de la población y del ejército para conducir a buen término la guerra. Posteriormente, el mismo Comité, fue transformado en el “Comité de Educación Político-Social” y más tarde en el “Comité de Propaganda”. En todos los casos, su labor consistía en la aplicación de los principios del sistema Taylor, resultante de la administración de un organismo concebido para la movilización del factor moral y psicológico humano.

Durante décadas se han ido perfeccionando las técnicas y herramientas de propagación, viendo como la historia de los países han ido mutando de acuerdo al color de los propagandistas de turno. La realidad no es distinta a la de principios del siglo XX, palabras, símbolos, cambio de nombre a los países, cambio de nombre a las instituciones, nuevos billetes, edificios, monumentos conmemorativos, la imagen del “líder” como símbolo, así como una larga lista de factores que persiguen el mismo fin, convencer a las masas de una realidad inexistente, creada, armada o finalmente construida a trompicones para quedar como constancia del paso de un vendaval que cada vez provoca más daño.

La propaganda como herramienta de propagación de ideas ha demostrado ser tan efectiva y poderosa en la configuración de la realidad social de los pueblos, como los fueron los ejércitos o los grandes imperios, es por eso que vale la pena reflexionar acerca de la complejidad de la información proporcionada, debido a que buena parte de ella puede estar teñida por intereses particulares. En un presente donde la desinformación y la manipulación son el pan de cada día, despertar la capacidad crítica de cada uno, es imperativo. Reconocer la influencia de la propaganda política, nos invita a cuestionar, reflexionar, investigar y sacar conclusiones por cuenta propia, contribuyendo de esta manera a entender mejor todo cuanto acontece a nuestro alrededor.

CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ
Escritor. Investigador. Divulgador Histórico. Consultor de Comenius S.R.L. Ingeniería del Aprendizaje
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21