Institucionalidad fuera del Estado

CARLOS ARMANDO CARDOZO

Un elemento que es reiterativo en los diversos análisis políticos y de coyuntura insiste en la “desinstitucionalización” del Aparato Público, entendiendo que la política se ha expandido al punto de infestar cada una de las dependencias del Estado comprometiendo la efectividad de las mismas. El incremento desproporcionado e injustificado de las Planillas de Sueldos y Salarios de burócratas, se triplicaron desde 2006, curiosamente el funcionamiento ha empeorado gestión tras gestión.

El estado necrótico del Poder Judicial es otra muestra que la infestación ha trascendido el Ejecutivo y Legislativo, ahora se tienen grandes redes de jueces, fiscales y abogados a sueldo que negocian fallos y mantienen sus actos en la impunidad nuevamente, negociando al mismo nivel con personeros del Ejecutivo.

Cualquier persona de a pie es consciente de esta realidad, no es ajena a ninguna persona, sin importar el estrato social del cual se hable. Es una verdad evidenciable, otra cosa es desconocer la verdad, consciente de cuál es la realidad, para manejar una versión totalmente reñida con la evidencia que sus sentidos le permiten formar desde la racionalidad.

Y es ahí donde vemos que un buen porcentaje de la ciudadanía decide aislarse del Aparato Público y minimizar su relacionamiento con este, cambia de sintonía a cualquier mensaje proveniente de las “instituciones” que dicen representarlos y trabajar al servicio de sus intereses. La apatía que tanto se crítica en los bolivianos viene justamente por la carencia de legitimidad de las instituciones, no se percibe una vocación de servicio y más bien se reafirma su espíritu totalitario al convertirse en espacios de dominación sobre la sociedad civil.

Cuando el Estado en todas sus instancias ha degenerado en esta suerte de ente amorfo violento, alimentado por la paranoia y la búsqueda permanente por sostener el poder absoluto, el ciudadano vuelca la mirada en busca de otro tipo de instituciones, como los colegios de profesionales, asociaciones de trabajadores, federaciones de empresarios, iglesia o en última instancia los comités cívicos.

No existe mejor ejemplo de institucionalidad natural que la experiencia de Santa Cruz, es una dinámica totalmente diferente a la imperante en otras zonas del país, el cruceño ha construido históricamente un vínculo con diferentes instituciones fuera del Estado que han acumulado legitimidad a partir de sus actos, siempre bajo la atenta mirada de los ciudadanos. Los mecanismos de participación son diversos, es decir no existe una entidad que se imponga sino más bien existe una institución que se vincula horizontalmente con el resto de instituciones provenientes de diferentes sectores: profesional, empresarial, academia, gremiales, transporte, cooperativas, deportivas, culturales, juventudes, campesinas, fraternidades, comparsas, etc.

Los cruceños nativos y migrantes tienen un espacio que, a diferencia de la lógica vertical del Estado de poder político nacional, es capaz de escuchar, debatir y representar legítimamente las demandas sectoriales. Aquí es necesario aclarar que, la institucionalidad cruceña no es solo un “bypass” entre la sociedad civil y el Aparato Público en todos sus niveles, es un espacio de debate abierto y transparente que nuevamente debe mantener su vocación de servicio caso contrario su legitimidad sería revocada.

¿Qué pasa en el resto del país? Se puede ver que las instituciones naturales que surgen nuevamente fuera del Estado, en muchos casos se han visto silenciadas y con tiempo procrastinaron de sus verdaderos objetivos y terminaron por sacrificar la legitimidad “sectorial” que podrían haber tenido, generando así el desencanto de sus afiliados y la desconexión definitiva de los ciudadanos de cualquier tipo de institucionalidad.

¿Cuál es el riesgo de mantener una ciudadanía desconectada de su realidad? La respuesta obvia, es la de ceder total protagonismo a la institucionalidad ilegitima que asume por ellos decisiones que condicionan directamente el desarrollo de sus proyectos de vida, por más esfuerzo que pongan por mantenerse al margen.

Sin embargo, existe un riesgo mayor, reduce al individuo a un ser conformista, timorato y temeroso que prefiere eludir conflictos que lo involucran directamente para refugiarse en el destierro de la apatía. Sociedades de ese tipo no tienen posibilidades de proyectarse a futuro, califican de histéricos e irracionales a aquellos individuos inconformes con el statu quo sin analizar sus motivos previamente. Mantenerse al margen del Aparato Público no es garantía de paz, tarde o temprano tocan a la puerta personeros del Estado corrompido para vulnerar, avasallar o expropiar a cualquier individuo, independientemente de su irrelevancia “política”.

Las instituciones naturales espontáneas que son consagradas y permanecen legitimas a través del ojo vigilante de sus miembros son fundamentales no solamente como contrapeso natural del poder del Aparato Público sino también como espacios generadores de ideas alternativas que promueven el progreso y proyección de la sociedad. Mantienen la práctica del debate y el disenso latente y esta irradia una cultura de dialogo y participación ciudadana sin intermediarios políticos.

Mientras el sistema político nacional no se preocupe por la legitimidad ante los ciudadanos, es indispensable que las instituciones fuera del Estado florezcan y canalicen ese descontento no solo como medios para representar demandas sino también como espacios válidos para llevar adelante un debate permanente de los ciudadanos en aspectos que los afectan directamente en sus respectivos proyectos de vida.

El país no necesita ejércitos mudos de defensores de una falsa institucionalidad ilegitima en el Aparato Público, al contrario, se necesita más voces que transmitan más ideas, que pateen el tablero y eleven la vara más allá de la miseria en la que los políticos nos invitan a abrazar.

CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA

Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21