Ucrania, Elon Musk y la Guerra Híbrida

ERICK FAJARDO

Con su irrupción vía Twitter en el conflicto en Ucrania el millonario filántropo Elon Musk notificó que ponía a disposición de ese país su sistema de satélites Starlink como mecanismo para evadir una eventual intervención de las comunicaciones por internet en la zona, tomando la acción hasta ahora más efectiva en respaldo a la amenazada Kiev y obligando al mundo a asumir y asimilar, en todo su alcance, la definición de Guerra Híbrida.

Lo de Musk no sólo se trata de una acción humanitaria para garantizar la continuidad de un servicio que asegure la auditabilidad de la ocupación rusa en proceso, sino de una medida estratégica que rompe el histórico monopolio del discurso que los estados ocupantes suelen tener y, en el caso concreto de Ucrania, restablece el balance en dos áreas en que la supremacía rusa no se discute: Hegemonía retórica e infiltración cibernética.

Si la infraestructura de internet ucraniana es dañada o intervenida, los cientos de satélites de la agencia espacial SpaceX de Musk permitirán ahora a Ucrania permanecer en línea.

Cuando Frank Hoffman, autor de “Conflicto en el Siglo XXI: El emerger de las guerras híbridas” (PIPS, 2007) formalizó desde la academia de guerra estadounidense la incorporación del término “guerra híbrida” dentro de la nomenclatura del Pentágono, este fue el abrazar final del paradigma de la Complejidad por los teóricos de la academia de guerra.

Guerra Híbrida es guerra en simultaneidad e implica entender el conflicto en una continuidad espacial pero también temporal, no como realidad emergente sino como un eslabón en una cadena de hechos en la historia del conflicto.

Hay que entender que finalmente el aforismo de Von Clausewitz ha fenecido y que guerra, política, diplomacia, judicialización, infiltración civil, procesos electorales pero por sobre todo estrategia cibernética y retórica comunicacional son simbiontes coexistentes del conflicto y que su nueva premisa es que la guerra es total, permanente y simultánea. El conflicto es una constante y no una coyuntura, un estado de situación sobre el que las acciones se dan en varios escenarios y con distinta intensidad, pero sucediéndose en una continuidad histórica estructurada.

La incorporación del concepto fue transformadora para los marcos y encuadres de la Teoría del conflicto pero la psique social todavía no abraza su comprensión.

Valga decir que el conflicto en Ucrania no comenzó esta primavera de 2022 sino que es apenas otra réplica de la vieja tensión geopolítica en la zona que empezó tres siglos atrás con la Gran Guerra del Norte (1700) y el temor que la visión del zar Pedro I Romanov inspiró en Europa. La “Campaña Rusa” de Napoleón (1812), la Ocupación Nazi (1942) y la Guerra Fría son así secuelas de ese conflicto, erupciones sucesivas en diferentes intensidades pero con la misma génesis.

Guerra Híbrida es también entender que un conflicto es, en esencia y origen, violencia simbólica antes y después que violencia fáctica. Sin mayor convicción el bloque occidental tentó a Ucrania – étnicamente parte de la Rus y de la federación soviética -, a incorporarse a la OTAN, lo cual desató la reacción del Kremlin en el único lenguaje diplomático efectivo que su prolongado régimen conoce: La ocupación militar disuasiva.

Putin no ignora que una ocupación completa de Ucrania es inoperable e insostenible pues, desde la entrada de Musk en escena, no podrá ya garantizarse el control de la percepción internacional sobre sus acciones, exponiéndose a que, más allá de las pírricas sanciones de Washington, la contemplación cotidiana de los efectos crudos de la guerra en la opinión pública obligue a gobiernos tibios a asumir acciones reales y llevar el conflicto a una escala que ni Rusia ni China – el tercer jugador oculto – pueden permitirse.

A desdén de cual haya sido su intención original, su plan no es ya un intento de anexión sino la tosca apuesta de un autócrata sobreviviente de la Guerra Fría a imponer/negociar un régimen que garantice que Kiev no consume su afiliación a la OTAN.

Comprender Ucrania como la nueva escena de un Conflicto Híbrido Estructurante implica asumir el riesgo de que la competencia histórica de visiones hegemónicas comprometa a países “colchón”; estados no-alineados que deberían permanecer así pues evitan la colisión entre bloques continentales y finalmente visiones de poder global mutuamente excluyentes.

ERICK FAJARDO POZO

Master en Comunicación Política y Gobernanza por la GWU de EEUU

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de Visor21.