Soy Milena Soto, no soy terrorista

MILENA SOTO LÓPEZ

El pecho de todos se inflaba de alegría por el deber cumplido. El sentimiento era mutuo entre todos, aquel día de noviembre 2019 miles de hombres y mujeres de entre 17 y 40 años sentían lo mismo, nos unía un sentimiento muy fuerte. Los gritos, silbidos y alegría se expandían a lo largo de toda mi amada Cochabamba. Unos saltábamos, mientras otros gritaban, todos abrazados dijimos: «lo logramos». Venían de todo lado a pie y en las motos, todos querían festejar. Bolivia por fin era libre, Evo renunciaba, renacía nuestra esperanza.

Sin pensarlo un incontable grupo de patriotas de todas las edades lo habían logrado, gente que no tenían ninguna afinidad más allá de defender nuestras calles de los violentos. De nosotros, las siete cabezas, unos entrenábamos en el gimnasio, también artes marciales. Dos de nosotros éramos formados en leyes, otros dos eran miembros del club de motos y varios trabajábamos en eventos sociales de Cochabamba. Así que lo único que teníamos en común entre todos era el Amor al País

Aquel día, al calor de la lucha, habíamos sellado una hermandad. Los petardos inundaron el cielo de alegría en toda la rotonda y la ciudad el cielo. Era blanco del humo de los fuegos artificiales que eran lanzados por el pueblo de Cochabamba.

Recuerdo que estaba feliz y llamé a mi hijo, con mi voz entrecortada le dije que ya nos volveríamos a ver, ya que durante varios días me había quedado en casas de seguridad. Los dirigentes del MAS habían puesto precio a mi cabeza y a la de los otros siete guerreros cochalas.

Nuestra alegría se vio cortada, pues en todas las redes que decían: «Aún no festejemos, lo mismo pasó en Venezuela, atentos». ¿Qué es lo que sucedía? No lo sabíamos, por eso nos mantuvimos en apronte, algo podían todavía hacer. Sus sindicatos no estaban contentos por la renuncia de sus jefes y de todos en la línea de sucesión de mando presidencial. No aceptarían, y eso pasó en los siguientes días.

Pero volviendo a aquella noche del 10 de noviembre, como siempre mis presentimientos clásicos de adelantarme a todo. Dije SI LA SIGLA NO ES ELIMINADA ESTOS VAN A MANDAR A MATARNOS O MINIMAMENTE ENCARCELARNOS. Evo no perdonaría que Cochabamba ya no sería más su fuerte, o como uno de nosotros decía, ya no sería su baño. Que no podría entrar a nuestra casa y golpearnos en ella. Nosotros defendimos esta ciudad de los verdaderos violentos. Ese sería el precio que tendríamos que pagar por hacer respetar nuestras calles.

Pasaron los días, semanas y meses, y no hubo un solo día que no pida lo correcto: la anulación de la sigla del MAS. Llegué a hablar con gente del Gobierno, y en una ocasión le dije al ministro de Gobierno que aquellas elecciones serían UNA ELECCIÓN DE SUPERVIVENCIA para nosotros, y no me equivoque. Entendimos que algo andaba mal, que nos procesarían, que vendría tras de nosotros, y él dijo: «no va a ser así».

Amado pueblo de Bolivia: Este Gobierno nos quiere callados, ya sea en un ataúd o tras las rejas. Vengo denunciando persecución política, y hasta declaré frente a los miembros del GIEI. Varios de mis hermanos de lucha no lo hicieron, pues sabíamos su afinidad. El momento de declarar me di cuenta de que contaba al aire todo lo que vivimos y de lo que fuimos víctimas.

Desde el Ejecutivo pusieron precio a nuestras cabezas, las amenazas fueron cada vez más fuertes.  Atentaron dos veces contra la vida de Mario Bascope (Tonchy) y contra la mía en distintas ocasiones.

El ministro Murillo tenía en sus manos las pruebas para desmantelar la banda de criminales que había destrozado el país por 14 años, pero no lo hizo. De nuevo la ciudadanía era traicionada por la vieja clase política. El Gobierno transitorio, en el cual millones de bolivianos depositamos nuestra esperanza, prefirió el continuismo y los pactos con la élite masista.

Yo no soy terrorista, ni paramilitar, ni mucho menos delincuente como nos calificó el GIEI. Yo soy Milena Soto, una joven madre soltera, cuyo único delito fue pelear para que mi hijo viva en un país democrático y libre.

Hay un dicho que cita: «se enseña con el ejemplo, y no con las palabras». Por eso cada día le doy el ejemplo a mi hijo de que a los problemas no se le huye, que por más golpes que te de la vida debes pararte una y otra vez, y que la mejor espada se forja con golpes.

¡Nadie se cansa! ¡Nadie se rinde!

 

MILENA SOTO LÓPEZ

Abogada, Activista de Derechos Humanos y miembro de la RJC

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21