Rusia: de Iván el Terrible a Putin el guerrero

LUIS ANTEZANA

En algo puede facilitar el conocimiento de algunos aspectos de la historia de Rusia para comprender la invasión a Ucrania por parte del régimen putinista de Moscú. Entonces, nada mejor que referirse al origen de ese Estado.

Al comenzar el Siglo XV, gobernantes de Rusia, pequeña nación del occidente de Asia, iniciaron una política de conquista y dominio de nacionalidades no rusas limítrofes. Entonces llegó a hacerse cargo del gobierno ruso el primer zar de la dinastía Romanov, Iván el Terrible, quien ocupó el trono de 1547 a 1584. Como gran conquistador, incorporó a sus dominios los territorios de Kazán, Astracán, Siberia y otras nacionalidades. Zares siguientes ocuparon Turquía, Mongolia, pueblos cosacos antepasados de Ucrania. El cruel zar, Iván el Terrible, de carácter violento, reinó tiránicamente, mató a su hijo de una estocada.

Enseguida, el zar Pedro el Grande se apoderó de Suecia y otras naciones. En el Siglo XVIII otros zares invadieron Lituania y Estonia. Ese proceso de ocupación continuó la zarina Catalina la Grande, que anexó a Rusia las naciones de Austria, Prusia y otras vecinas. Enseguida, otros zares invadieron Georgia, Finlandia (1809) y Polonia. Enseguida, Alejandro II se apoderó del Cáucaso y Turquestán. En esa forma, la población rusa era solo el 45% y los países no rusos el 65%. Así, entre los siglos XV y XIX el crecimiento territorial ruso fue de 150 kilómetros al día. Es de anotar que los zares respetaron en cierta medida la autonomía de los pueblos ocupados. Rusia había crecido más de diez veces en superficie territorial y adquirido grandes riquezas naturales.

En medio de esas características del Imperio Ruso, se produjo la revolución democrática de 1905, que no alteró la vida política de los pueblos conquistados que rodeaban al reino de Moscú, pero, en cambio, se planteó como uno de los primeros puntos del orden del día de la política europea el asunto de la autodeterminación de los pueblos, que quedó finalmente resuelto con la aprobación general de ese principio.
Sobrevino, entonces, la revolución socialista (1917) que determinó la desintegración de Rusia Imperial, a la vez que se intensificaron los movimientos nacionales de pueblos sometidos, en busca de recuperar su independencia nacional y el derecho a la autodeterminación.

El nacionalismo se convirtió en una cuestión candente y en Europa y Rusia se lo puso en el primer punto del orden del día del debate político, en especial en partidos de izquierda y el Social Demócrata de Rusia que resolvió, por sugerencia de Lenin, apoyar la autodeterminación de los pueblos en el Congreso, con el siguiente texto: la Social Democracia… “tiene como fundamental y principal tarea apoyar la autodeterminación de los pueblos…”.

Es de anotar que, para entonces, en esferas políticas rusas había arraigado la idea del viejo expansionismo territorial, pero esta vez ya no a título de la autocracia zarista, sino stalinista. En efecto, esa ambición expansionista local escaló al nivel de expansionismo mundial, pero esta vez a título de socialismo, que era el antifaz debajo la cual reaparecía el proyecto zarista de Iván el Terrible, del Siglo XV, de negar la autodeterminación de los pueblos y crear el imperio planetario zarista del comunismo.

La URSS buscaba el dominio mundial, pero el intento fracasó, no desde fuera sino desde adentro y se derrumbó sin dar un tiro. Pero, pasado el tiempo, ese impulso primitivo e instintivo renació de sus profundas raíces genéticas, con la actual invasión a Ucrania y buscando invadir todo el bloque eslavo y extenderse más y más con apoyo de sus títeres nativos.

El mismo Vladimir Putin, en víspera de atacar Ucrania, imitando el estilo de Iván el Terrible declaró: “Ucrania no es un Estado soberano y no tiene derecho a existir. Debe ser dominado por la fuerza, bajo control de Rusia” (!).
Para muestra basta un botón.

LUIS ANTEZANA ERGUETA
Escritor e Historiador
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de Visor21.