Atrapados en la red, segunda parte

SAYURI LOZA

El internet ha dado paso a la revolución tecnológica más importante de nuestro siglo, pasando de laboratorios científicos y oficinas de élite a convertirse en elemento primordial en la vida de los habitantes de la tierra.

Los primeros años de este siglo vieron nacer mecanismos de chat más sofisticados que el MIRC, el Latinchat, por ejemplo, cuyo acceso se obtenía creando una cuenta en Latinmail, acaparó las suscripciones de personas de habla hispana y se convirtió en la plataforma por excelencia de la comunidad latina joven.

Al mismo tiempo, entre 2004 y 2010, surgieron blogs y foros. Los primeros creados por individuos que subían artículos relacionados con gastronomía, política, cultura, etcétera; y los segundos que eran comunidades donde se daban opiniones, debates, fotos, y se conocía gente con los mismos intereses que uno.

Para ese tiempo, en Bolivia se habían instalado varios negocios de café internet: lugares con varias computadoras que por Bs 2 la hora te permitían hacer uso de la red con una velocidad aceptable y aunque no se servía café, nadie se quejaba porque se habían convertido en herramienta escolar, pero también en centro de interacción y de juegos en red.

Claro que para llevarte la información a casa debías contar con un dispositivo de almacenamiento portátil, los diskettes de los 90 con capacidades de 150 KBs el de 8” y de 360 KBs el de 5 ¼” quedaban ya obsoletos por el peso los MP4, GIFs y hasta películas que poco a poco se subía en la red. Sin embargo, dispositivos de mayor capacidad no eran nada baratos, la primera memoria USB que llegó al país, de 256 MB, costaba 50 dólares.

Y hete aquí que en 2004 nace Facebook como portal para reencontrarse con compañeros de la secundaria, pero se convirtió en mucho más (incluso hay una película al respecto). En Bolivia se empezó a popularizar en 2008; poco se podía hacer entonces salvo navegar y reír con los primeros memes, término entonces desconocido para muchos.

Para 2012, “el face” ya contaba con 1.000 millones de usuarios en todo el mundo, muchos de los cuales eran bolivianos y se conectaban, ya no desde computadoras de escritorio, sino desde teléfonos inteligentes que llegaron a tener mayor capacidad incluso que algunas computadoras. Así, palabras como postear, compartir, dar “like” o reaccionar se volvieron parte de nuestro vocabulario diario.

Aunque inicialmente este tipo de plataformas servían para que gente separada por kilómetros y fronteras pudiera conversar, para la segunda década del siglo XXI, Facebook, Instagram, Twitter y otros, forjaron verdaderas comunidades donde uno podía ver en tiempo real las actividades del otro, y aunque eso podría sonar banal, lo cierto es que en momentos álgidos de la historia, Facebook desplazó a los medios tradicionales en lo que a informar concierne.

En 2008, Mohamed Bouazizi, un joven vendedor tunecino, se autoinmoló en protesta por los abusos que cometía el gobierno en su país, el video del hecho fue compartido en redes sociales y dio lugar a la Primavera Árabe en varios países de Medio Oriente.

En 2020, George Floyd fue víctima de abuso policial, lo que derivó en su muerte. El video de los hechos fue subido a las redes y las manifestaciones no se dejaron esperar, fue el momento más oscuro en el gobierno de Trump.

En 2017, el escándalo de Gabriela Zapata se dio a conocer en redes. Sus fotos suntuosas manejando fajos de dinero, indignaron a la población; y su relación con Evo Morales influyó en la derrota de éste en el referéndum para su reelección.

Audios, fotos y videos filtrados son el terror de poderosos, que a pesar de buscar siempre impunidad, poco pueden hacer con la “justicia tecnológica”, lo que le hace bien a la sociedad. Pero… tener tanta información a disposición de todos, también tiene un lado oscuro que exploraremos en próximas entregas.

SAYURI LOZA

Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana. 

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21