Hemos vivido 20 años de abuso y escarnio en nuestro propio país. Hemos visto impávidos como acabaron con la democracia, destrozaron la economía y nos robaron la dignidad. Hemos sufrido la humillación de tener que sobrevivir escondiéndonos en la informalidad o estirando la mano para que nos den una ficha para una cita médica, nos aprueben un trámite o nos regalen un bono. Hemos sido víctimas de un poder despótico digitado desde el Caribe e impulsado por prebendas y corrupción de magnitudes nunca antes vistas. Hemos sido testigos de una fiesta delirante de gasto público que ha acabado con 15 mil millones de dólares de reservas internacionales en diez años, dejándonos yescas, sin combustible y con una inflación que vuelve a galopar.

Pero acá estamos y acá seguimos. Resistiéndonos firmemente a dejar que el MAS, el populismo, el castro-chavismo y el narco se apoderen para siempre de nuestro país. Acá estamos y acá seguimos decididos a mostrarle al país que existe una alternativa y que el futuro es esperanzador si enarbolamos una sola bandera, la de la libertad. Acá estamos y acá seguimos resistiéndonos a aceptar que se apoderen de la justicia y que solo nos reste agachar la cabeza y sufrir la persecución y el exilio.

Este es el momento preciso de imaginar un nuevo país, este es el momento preciso de soñar con una nueva vida, una en la que podamos recuperar nuestra dignidad y perseguir nuestra propia felicidad. Este es el momento de hacerlo porque soñar con el futuro nos da la fe y la fuerza para pelear por él.

Tengo el sueño de que una vez que saquemos a estos sinvergüenzas del gobierno la justicia volverá a ser imparcial y eficiente, sin privilegios ni colores políticos.

Tengo el sueño de un país en el que se paguen pocos y bajos impuestos de tal forma que todos tengamos incentivos a emprender, producir e innovar.

Tengo el sueño de un país sin una regulación laboral que estrangule al empresario y haga tan caro al trabajador que la única solución sea el empleo informal.

Tengo el sueño de un país en el que no existan empresas públicas que solo sirven de botín político y corrupción. El Estado no debe producir nada. Su único rol es proteger la propiedad privada para que sean los individuos los que emprendan, produzcan e innoven.

Tengo el sueño de un país en el que la salud y la educación no dependan más de los políticos y tengan a los ciudadanos de rehenes. Sueño un país en el que estos servicios sean provistos por privados sometidos a la competencia del mercado y las familias accedan a ellos a través de vouchers pagados por el Estado.

Tengo el sueño de un país en el que no existan restricciones a la exportación ni controles de precios.

Tengo el sueño de un país en el que los políticos no definan nunca más un salario mínimo y sean los empresarios y los trabajadores en libertad los que definan el precio del trabajo.

Tengo el sueño de un país con fronteras abiertas a la importación para que las familias compren lo que quieran de donde quieran sin tener que pagar ningún arancel.

Tengo el sueño de un país en el que la burocracia no represente más del 1% de la población (actualmente representa casi el 5% de la misma).

Tengo el sueño de un país en el que el gobierno gaste solo lo equivalente al 30% del PIB cada año (actualmente gasta por encima del 80% del PIB).

Tengo el sueño de un país en el que la tierra productiva no esté sujeta a una “función económica y social” y en el que todos los predios puedan ser embargables cosa de que puedan ser utilizados como colateral financiero.

Tengo el sueño de un país en el que los gremiales, transportistas, comerciantes, etc., tengan su propiedad privada protegida a capa y espada, y no tengan que vivir pagando coimas a los políticos de turno.

Tengo el sueño de un país en el que una vez que recuperemos la dignidad, la libertad y el derecho a imaginar un futuro de progreso, todos los bolivianos podamos sentarnos en la misma mesa, darnos la mano los que antes fuimos adversarios y enemigos, y repitamos juntos para que a nuestros hijos no se les olvide nunca: “Libres al fin, libres al fin. Gracias a Dios que somos libres al fin.”

  • ANTONIO SARAVIA
  • ECONOMISTA LIBERAL. PHD. EN ECONOMÍA
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21