Quema de libros: Cultura bajo el asedio de las llamas

CARLOS LEDEZMA

Cuentan las crónicas del 8 de abril de 1933 –pocos meses después del ascenso del partido nazi al poder–, que la Asociación de Estudiantes Alemanes Nacionalsocialistas (NSDStB), presentaba las “doce tesis en contra del espíritu antialeman”, una recopilación sistemática de lo que habían sido las noventa y cinco tesis de Martin Lutero. Los mismos fueron ampliamente difundidos a través de pancartas y medios impresos, describiendo las bases de unificación a través de un idioma y cultura nacional puro, atacando al intelectualismo judío y haciendo énfasis en la necesidad de purgar todo aquello que fuese contrario al nuevo régimen.

La Oficina Principal de Prensa y Propaganda de la Asociación de Estudiantes Alemanes Nazis, había anunciado públicamente acciones directas en contra de todo aquello relacionado a lo no alemán. La censura a la cultura, las artes y las letras comenzaba con la planificada sistemática y criminal purga de libros (Sâuberung) a través del fuego.

La quema de libros realizada en Alemania la noche del 10 de mayo de 1933, fue una acción en la que varios estudiantes y profesores nazis echaron al fuego cerca de veinte mil libros de autores que habían sido condenados al ostracismo. La acción se desarrolló en la plaza de la Ópera de Berlín y en veintiún otras ciudades por toda Alemania, esta acción había sido orquestada por el Ministro Nazi de Esclarecimiento Popular y Propaganda, Joseph Goebbels.

Después de la Primera Guerra Mundial, el triunfo por parte de los países aliados y la firma del Tratado de Versalles, no dejó contentos varios de los actores en relación a los acuerdos logrados. A raíz de aquello, comenzaron a surgir nuevas ideologías de corte nacionalista y régimen totalitario, quienes terminarían por arrastrar nuevamente a los países europeos a la guerra.

El nazismo alemán adoptado por Adolf Hitler, el fascismo italiano liderado por Benito Musolini o el comunismo de Josif Stalin, que en esencia albergaba distintos planteamientos, coincidían en el unipartidismo, el control estatal y la supresión de libertades. La implantación de gobiernos dictatoriales, estados policiales, de supremacía racial y prevalencia por sobre el resto, fueron algunas de las características de aquella época.

Uno de los actos propagandísticos más repulsivos, mostraba flagrantemente que había llegado el tiempo de suprimir las libertades, un acto propagandístico execrable producido aquel 10 de mayo en la ciudad de Berlín, dejaba arder impunemente miles de libros. Este hecho marcó sin lugar a dudas el inicio de la propuesta de purificación alemana. Una de las mayores muestras de control estatal e inconfundible señal de racismo, de gran impacto a nivel mundial. La muestra del final de lo que ellos llamaban “cultura judía”, saludaba con el brazo extendido de alrededor de 40.000 personas, censurando y condenando la cultura, las letras y la libertad de pensar diferente, tal como sigue ocurriendo en nuestros días.

La represión brutal contra la cultura había iniciado, la literatura fue el comienzo, la música también terminó siendo criminalizada y perseguida por las autoridades. Músicos de color, algunos norteamericanos o de otros países fueron expulsados de Alemania. Ni siquiera los intérpretes de música clásica se libraron de la censura, compositores como Felix Mendelssohn o Ígor Stravinski fueron prohibidos por considerarlos atentatorios a la cultura aria.

El fuego no diferenciaba el trabajo de Thomas Mann, el Nobel de literatura que había apoyado la República de Weimar, que ardía en las volutas llamas incandescentes que dejaban hechas cenizas el trabajo literario alemán de alrededor de cuatro siglos. “Sin novedad en el frente” de Erich Maria Remarque, fue censurado y quemado. Erich Kâstner, Albert Einstein o Ernst Glâser fueron denigrados al igual que varios autores extranjeros como Hemingway, Schnitzer, Max Brod o Stefan Zweig, estos últimos escritores judíos. Heinrich Mann, decía acertadamente: “donde se queman libros, al final también se acaba quemando gente”.

El régimen se asentaba peligrosamente y terminaría finalmente confirmando las sospechas que tenían todos y que nadie se animaba a denunciar. La guerra estallaría seis años más tarde ante la mirada atónita del planeta. Cabe la pena preguntarse hasta qué punto llega la barbarie de aquellos fanáticos extremistas, capaces de acabar con la herencia cultural e histórica de la humanidad en pocos minutos. Para fortuna de las nuevas generaciones, han existido seres humanos capaces de salvar del fuego de la ignorancia y la intolerancia –aun a costa de su propia vida–, el legado de la humanidad, que trasciende a través de los tiempos.

Es imperativo para los hombres, defender con vehemencia la diversidad de pensamiento, la libertad y el respeto de las ideas, trabajando sin descanso en la construcción de sociedades donde se erradique el odio y la intolerancia promovida por grupos minúsculos y amplificada por mercenarios que desconocen las consecuencias de sus actos.

CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ
Escritor. Investigador. Divulgador Histórico. Director General Proyecto Viajeros Del Tiempo
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21