LUIS CHRISTIAN RIVAS
En “La veta blanca. Coca y cocaína en Bolivia” (1982) de René Bascopé Aspiazu se pone en claro que desde el declive de los precios del estaño, la cocaína fue un asunto de estado, el banzerato asume que el proceso de elaboración, transporte y comercialización debe ser parte de un “proyecto nacional” que solvente el gigantesco aparato burocrático estatista, se descubre una veta rica e inagotable que sustituiría el filón de la otrora plata, la “salvadora” de los gobiernos y regímenes tanto de derecha como izquierda garantizaba poder a quien lo controlase.
La esposa de Roberto Suarez, la señora Ayda Levy publicó su libro biográfico: “El rey de la cocaína: mi vida con Roberto Suárez Gómez y el nacimiento del primer narcoestado” (2012), donde explica cómo su marido fue seducido por Klaus Altmann-Barbie para apoyar económicamente el golpe de estado de Luis García Meza y Luis Arce Gómez (primo de Roberto) con cinco millones de dólares para obtener el monopolio sobre la producción de la pasta básica de cocaína, que sería aprovechada por Pablo Escobar en Colombia, incluso utilizándose aviones de uso oficial del estado para el transporte, desde ese momento, Suárez tuvo el apoyo de los gobiernos de turno, según la esposa, contaba con la venia de Siles Zuazo, Paz Estenssoro, Paz Zamora, Roberto Calvi, Fidel y Raúl Castro, Antonio Noriega, Oliver North y la DEA, entre otros. Para Levy, así nace el primer narcoestado, pero como vemos, se equivoca, porque ese narcoestado tuvo sus raíces más profundas en el gobierno de Banzer, que aprovechó la milenaria costumbre del consumo de coca.
En efecto, la cofia de la raíz es milenaria en estas tierras, para Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”, coquear durante la fiebre del oro y de la plata no sólo aplacaba el hambre del indígena, sino que mataba su vida misma: “Con las escasas monedas que obtenían a cambio de su trabajo, los indios compraban hojas de coca en lugar de comida: masticándolas, podían soportar mejor, al precio de abreviar la propia vida, las mortales tareas impuestas… A esta altura del Siglo XX, los indígenas de Potosí continúan masticando coca para matar el hambre y matarse y siguen quemándose las tripas con alcohol puro…”.
Entonces siguiendo el hilo del filón de la veta blanca, llegamos hasta el presente, donde el movimiento social cocalero chapareño es heredero del narcoestado banzerista, son los beneficiarios del “proyecto nacional” que tiene como objetivo el poder político y económico con privilegios, mercantilismo y clientelismo político a un grupo selecto de empresarios-militares-policías-políticos que quieren, buscan, aumentan y mantienen el monopolio de la siembra, producción, transporte, venta y exportación del producto, eliminando a la competencia mediante el uso de la violencia de la fuerza estatal, leyes e instituciones para conservar el monopolio.
Entonces, queda claro que toda lucha contra las drogas está perdida, el camino de la prohibición solo favorece a quien controla el mercado en una suerte de mafia, quien entra al gobierno se hace cargo del negocio, por eso, tiene razón el Premio Nobel de Economía Milton Friedman cuando plantea que una sociedad libre debe tomar el asunto de las drogas como se aborda el alcohol, cuya prohibición en 1929 provocó corrupción, pobreza, delincuencia, mafia, violencia y muerte, lo mismo que pasa ahora; pero con la liberación del mercado interno y externo, los productores, transportistas y comerciantes estarán sujetos a la libre competencia de precios y calidad que puede llevarlos a la quiebra, el poder de las federaciones y sindicatos mermará, y no tendremos policías, fiscales y jueces sumidos en la delincuencia, los impuestos no estarán destinados a operativos y solventando una guerra perdida, porque el asunto del consumo de drogas es parte del sector privado, libre elección y autorresponsabilidad personal, cuando entendamos esto, dejaremos de beneficiar y alimentar al narcoestado.
LUIS CHRISTIAN RIVAS SALAZAR
Abogado y representante del Instituto Libertad, Capitalismo y Empresa – ILCE
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