Ecos del pasado: superhéroes ancestrales

CARLOS LEDEZMA

A lo largo de la historia, la humanidad se ha dado a la tarea de elucubrar héroes, seres fantásticos, mitológicos, divinos, que se encarguen de rescatarlos y salvarlos de todas las vicisitudes provocadas por sus miedos y de resolverles sus problemas. La Epopeya de Gilgamesh, es la obra literaria narrativa más antigua que se ha descubierto. Un trabajo que perdura por más de 5.000 años y se erige como uno de los textos más antiguos y fascinantes de la historia de la humanidad.

La atracción característica de la naturaleza humana de admiración por héroes o superhéroes, resulta de las acciones fabulosas que se encargan de iluminar la condición de la raza humana, sólo que, gracias a una fuerza superior, inteligencia superior, rapidez superior, agilidad superior, poderes sobrehumanos se los considera mejores. La humanidad admira al superhéroe, porque sabe que sufre las mismas debilidades del ser humano, aunque gracias a sus poderes superiores, podrá resolverlos en escenarios de acción y dramatismo pleno.

El rol del superhéroe busca poner orden en un mundo caótico, aunque para eso tenga en ocasiones que mantenerse al margen de la ley, concesiones que son válidas para quién se anime a enfrentarse a poderes maléficos, desastres naturales, invasiones extraterrestres, guerras, villanos o amenazas múltiples. Los criterios que definen al personaje como “héroe”, varían dependiendo del contexto histórico y cultural. Algunas sociedades se muestran intolerantes con aquellos pares  que tienen el atrevimiento de mostrar habilidades o dotes por encima de la media, peor si estas aptitudes opacan los temperamentos del entorno.

Remontándonos hasta los albores de la tradición narrativa, “La Epopeya de Gilgamesh”, cuenta las travesías, aventuras y hazañas del antiguo rey de “Uruk”, en la búsqueda por la vida eterna. Sin saberlo, estas tablillas de arcilla, escritas en lengua sumeria acadia, trasportan al lector en un viaje a través del tiempo rumbo a la antigua Mesopotamia, brindando detalles acerca de sus creencias, valores, mitos y tradiciones que sembraron las bases de la narrativa épica de la antigüedad. Las características transmitidas por siglos, narran batallas épicas, incorporando la figura de las bestias sobrenaturales, logrando salvar escollos imposibles, así como la intromisión de los dioses en la vida de los seres humanos.

Descubiertas durante el siglo XIX, mientras se realizaban excavaciones en las ruinas asirias en Nínive, La Epopeya de Gilgamesh le debe al asiriólogo británico George Smith, haber visto la luz. Aparte de realizar el descubrimiento de muchas de las tablillas, dedicó gran tiempo a traducir las inscripciones cuneiformes, abriendo un portal dimensional hacia el pasado.

El protagonista Gilgamesh, rey de Uruk, es conocido por su fuerza sobrehumana y sus hazañas heroicas, encuentra su dilema en la inevitabilidad de la muerte, por lo que se embarca en una búsqueda épica para encontrar el secreto de la inmortalidad. Esta obra es considerada la narración escrita más antigua de la humanidad, un viaje de iniciación rumbo a lo trascendente, que inspiró varios aspectos de la literatura griega.

En la antigüedad los dioses comían lo mismo que comían los humanos, peleaban, amaban, se casaban, tenían familia, hacían prácticamente lo mismo que hacían los hombres, con la diferencia de que desconocían la muerte. La Epopeya de Gilgamesh lo deja claro, “Cuando los dioses crearon a los hombres, les asignaron la muerte, pero la vida sin límites se la guardaron para ellos”. La inmortalidad y un poder ilimitado caracterizaban la vida de los dioses, por lo que el rey de Uruk buscaría arrebatárselas para sí mismo.

Entre los miles de fragmentos de tablillas recogidas por el Museo Británico, George Smith dedicó mucho tiempo a limpiarlas y organizarlas. Su trabajo dedicado y minucioso le permitió cierto día dar con la tablilla que narra la historia del diluvio universal. “Durante seis días y siete noches, vendavales, lluvias y huracanes y el diluvio estuvieron golpeando la tierra. Ea abrió la boca, tomó la palabra y le habló a Enlil el audaz: ‘Pero tú, el más sabio de los dioses, el más valiente, ¿cómo pudiste, inmisericorde, decretar el diluvio? Haz que recaiga la culpa sobre el culpable y el pecado sobre el pecador. En lugar de eliminarlos, perdónalos. No los aniquiles: muéstrate clemente’”. Lo fascinante de todo esto, es que el relato antecede al que recoge la biblia cristiana muchos siglos más tarde.

El aporte que ha tenido esta obra en la literatura universal es innegable, su influencia puede apreciarse en la Biblia, pasando por la epopeya homérica de la antigua Grecia y otras obras que trascendieron por la fina línea del tiempo. La figura arquetípica del héroe en la literatura y la mitología, así como su historia, sigue siendo objeto de estudio en nuestros días. La Epopeya de Gilgamesk se erige como un testimonio del valioso aporte y contribución de la cultura mesopotámica a la humanidad, aquella que tras su desaparición, permanece narrando una historia fascinante gracias a un riquísimo legado que trasciende el tiempo.

Uno de los signos distintivos de la humanidad es la negación del mal. La realidad, guste o disguste, resulta ser más fea y cruel de lo que se suele imaginar. La maldad forma parte cotidiana de la vida, debido a la pérdida de valores morales que se ven menoscabados con mayor frecuencia. La humanidad ha olvidado los valores de respeto al prójimo, el trabajo honesto y sacrificado, perdiendo de vista que de sus actos derivan consecuencias de diversa índole, sin que exista algún ser sobrehumano capaz de resolverlo.

CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ
Escritor. Investigador. Divulgador Histórico. Consultor de Comenius S.R.L. Ingeniería del Aprendizaje
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21