Drácula: el protagonista del mito de la inmortalidad

CARLOS MANUEL LEDEZMA

Cuentan las crónicas del año 1431, que nacía en Sighisoara (Transilvania), el príncipe de Valaquia, Vlad III –que sería conocido años más tarde como Vlad Tepes o “El Empalador”–. Hijo de Vlad II, gobernador de la región, quién fuera asesinado en 1447 tras el ataque perpetrado por Juan Hunyadi al mando de los boyardos valacos. Este ataque prohúngaro, se produjo debido al descontento que produjo la alianza pactada por Vlad II y el sultán otomano Murat. Tras la muerte de su padre y de su hermano, Vlad III recibió el apoyo del sultán y recuperó el trono de Valaquia por muy poco tiempo, pues Hunyadi y los boyardos contratacaron y lo expulsaron del trono.

El joven Vlad III, tuvo que marchar a refugiarse a Moldavia, donde por influencia de algunos parientes intervino en las luchas internas de aquella región. Para 1451 se instaló en Kronstadt, desde donde comenzó a buscar apoyo para recuperar el trono. La suerte le sonreiría, debido a que para 1453 le llegó la oportunidad que buscaba tras la caída de Constantinopla, su enemigo Hunyadi necesitaba aliados y no dudó en pedirle a Vlad II su apoyo a cambio de restituirlo en el trono.

Fue durante este periodo cuando comenzó a acrecentar su reputación de crueldad, lo que terminaría marcándolo para siempre. Sus métodos para la guerra eran sanguinarios, haciendo uso de una brutalidad extrema. Para hacernos una idea: tras finalizar una incursión a través del Danubio en la que invadieron territorios del imperio otomano, Vlad III envió a sus enemigos sacos llenos de orejas, narices y cabezas, sentenciando que había matado hombres, mujeres, jóvenes, viejos en Oblucitza, Novoselo, Samvit y Ghigen, en un total de 23.884, sin contar aquellos que fueron quemados en sus casas, pidiéndole a Dios que escuche sus oraciones y los ruegos de la cristiandad para concederles la victoria sobre los infieles enemigos de la cruz; dejando entrever que su labor era tomada como una cruzada.

El método de castigo favorito de Vlad Tepes –término que terminó por inmortalizarlo–, fue el del empalamiento. La historia de los empalamientos se remonta hasta la época de los asirios; consistía en atravesar el cuerpo humano con una estaca de madera, introducida por el recto, que debía salir por la boca. Existen cronistas que señalan que Tepes intentaba prolongar la agonía de los condenados el mayor tiempo posible, usando sus cuerpos como terrorífica advertencia para sus enemigos.

Uno de los momentos de mayor ensañamiento, fue el conocido como “Bosque de los Empalados”, del que se cuenta que se talaron todos los árboles de un bosque, reemplazándolos con los cuerpos de 20.000 prisioneros condenados. El historiador Calcondilo relata que durante una visita realizada por Mehmet II, retrocedió aterrado, aunque no dudó en elogiar los métodos del monarca que manejaba perfectamente el arte de gobernar mediante el terror.

¿Cómo surge el sobrenombre de Drácula? Su padre, el gobernador voivoda Vlad II de Valaquía, pasó a formar parte de la Orden del Dragón (Drac en lengua húngara) en 1428, siendo conocido a partir de entonces como Vlad Dracul, por lo que el príncipe era llamado: Vlad Draculea, que significa “hijo de Dracul”. Para los rumanos, la figura del dragón era extraña y no formaba parte de su cultura, por lo que ese término definía al diablo, llamándolo también “hijo del diablo”.

Las batallas contra el imperio otomano no daban tregua, en 1462, Tepes fue nuevamente derrocado y pasó doce años en prisión, hasta que lo rescataron para restituirlo en el trono el año de 1476, debiendo hacer frente a los turcos que terminaron por abatirlo a la edad de 45 años. Exhibieron su cabeza en Estambul, y su cuerpo fue enterrado en Snagov, por lo que pasarían muchos años para el surgimiento del protagonista del mito de la inmortalidad.

El escritor Irlandés, Bram Stoker, se inspiró en la personalidad de Vlad Draculea para crear su obra cumbre, tomando como punto de partida algunas historias de vampiros y no muertos de las leyendas centroeuropeas. Presentó al Conde Drácula ante el mundo en 1897. Drácula, escrita en plena época victoriana, resultó ser un trabajo inédito e inusual para la época, tratando acerca de temas sexuales y otros que no resultaban ser demasiado frecuentes y menos en libros del género de terror.

Durante su trayectoria como escritor, Stoker se había dedicado a escribir cuentos y pequeños relatos que incluían seres fantásticos, los mismos que fueron inspirados por las historias que le contaba su madre. Las hadas, ángeles, nomos y otros seres mitológicos habían marcado en parte la trayectoria de su trabajo, por lo que no albergaba grandes expectativas por la que finalmente terminaría brindándole reconocimiento mundial, aunque esto ocurriese algún tiempo después de su muerte.

Drácula es una de las obras más representativas del género gótico de terror, con una trama que no tiene nada que ver con los recursos literarios baladíes que se utilizaban por aquel entonces. El autor desarrolló magistralmente un intrigante ballet en la que un ser inmortal emerge desde las sombras para seducir y consumir la esencia vital de sus víctimas. La imagen de un vampiro inmortal, sediento de sangre humana, es parte del imaginario popular debido a la innumerable cantidad de películas cinematográficas, series de televisión, libros, adaptaciones teatrales, entre muchas otras representaciones artísticas que se encargaron de convertir al Conde Drácula en personaje favorito de millones de personas y olvidando la historia siniestra del príncipe de Valaquia durante el siglo XV, que fue el que le dio origen.

Las sombras de la historia europea han servido para crear personajes siniestros y misteriosos que gracias a la literatura, el cine, los comics y muchos otros medios, pasaron a formar parte de la cultura popular global, permitiendo conservar un recuerdo –un tanto distorsionado– de lo que fueron en la realidad, es por esta situación, que vale la pena conocer las personalidades complejas, acciones, mitos que resuenan después de siglos, para entender la vida, la real, de aquellos hombres que los han inspirado.

CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ
Escritor, Guionista y Divulgador Histórico. Director General del Proyecto Educativo Viajeros del Tiempo. Colaborador del CEL del Perú
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21