El comercio, en específico la venta de bienes de capital importados, casi en su totalidad, o fabricados en el país es una de las actividades principales de nuestro país. Hay muchos comercios cerrando en algunas ciudades capitales, en otras está estancado.
Para entender este fenómeno debemos ver el contexto. El comercio es una de las actividades económicas más antiguas y dinámicas de la humanidad, basada enteramente en el intercambio de bienes y servicios, entre individuos, empresas o naciones. El comercio es mucho más que el simple intercambio de bienes y servicios, es un motor esencial en la generación de riqueza dentro de una economía. Al facilitar la circulación de productos, el comercio activa una red de oportunidades que transforma recursos en valor.
Una parte importante en la creación de la riqueza es justamente la del valor agregado y en el caso de la compra y venta, el margen de ganancia –es decir comprar barato y vender caro– es lo que genera riqueza o ganancia. Ahora, para que esto se pueda dar en condiciones óptimas deben existir ciertas condiciones. Una condición obviamente son los mercados libres, capaces de realizar el intercambio de manera óptima, ya que los mercados regulados afectan y degradan el intercambio.
Para que exista esta creación de riqueza es necesaria la inversión privada, esta trae consigo, aumento en la oferta de trabajo, y mientras mayor sea la inversión mejor será el salario, logra que haya flujo de dinero (ya sea fiduciario o subrogado – el dinero digital por ejemplo reemplaza competencias que tiene el dinero fiduciario – y como un punto importante la inversión genera una cadena productiva que permite se realicen más inversiones generando mas riqueza.
Cuando este ciclo no se concreta inevitablemente produce un efecto contrario, menos trabajo, pésimos salarios y caída en la inversión privada – la mal llamada inversión estatal no es inversión como tal sino un gasto – por ende, no hay creación de riqueza.
Por lo tanto, el nivel de actividad económica producto de la inversión privada es tremendamente importante para que pueda proporcionar una economía saludable, el problema de por qué no hay inversión privada en nuestro y si lo hay es muy pequeña para poder generar la riqueza necesaria y es análisis para otro artículo, pero para que se pueda demostrar que, debido a ese flujo bajo de inversión, la economía esta ya en un punto muy peligroso en nuestro país.
En las ciudades que casi no tienen inversión privada y dependen en demasía del estatismo, y eso está ligado por supuesto a una demagogia política, están quebrando muchos negocios es decir están afectando a las inversiones. En esta última gestión la tasa de desempleo ha subido en nuestro país, la deuda externa de Bolivia se situaba alrededor de los 13.806 millones de dólares a julio de 2025, representando aproximadamente el 25% del PIB sumado al 55% de gasto fiscal, 15% a la generación de patrimonio estatal – lo que llaman inversión estatal – siendo un 5% lo que genera la actividad económica privada en Bolivia.
Por ello se ve que hay una dicotomía en ciudades o departamentos donde existe menor o casi nula inversión privada con los de mayor inversión. Los con nula inversión y dependientes – adictos – del gasto estatal y los departamentos que tienen mayor inversión privada pero que tampoco están alcanzando metas y valores significativos lo que ha provocado casi un estancamiento en la generación de riqueza.
Y es claro mientras todo el mundo estaba de acuerdo por el gasto público y no solo durante la era del MAS sino que estas cadenas se vienen arrastrando desde hace muchas décadas atrás producto de posiciones estatistas, tanto progresistas como de izquierda, esa visión de ayuda social y odio al capitalismo ha hecho justamente que sea dañina la inversión privada o que se haga un control absurdo y exagerado a esta.
Son tantas décadas que hemos cortado los mercados libres y la generación de inversión privada que ya llegó el momento de pagar la factura por estas malas decisiones y claro a estas alturas no hay la propuesta que sirva para pagar esta factura y todos buscan culpables o alguien que cargar con ella, por desgracia quienes terminarán pagándola y dejándoles con los bolsillos casi vacíos serán los contribuyentes y la gente que trabaja no es dependiente del estado. Pues como en todo proceso económico, después del festín se pide la cuenta y ha llegado el momento de pagar la factura, desgraciadamente todos miran de nuevo al pueblo para pagarla y la misma historia de siempre se repite.
- Oscar Arce
- Economista. Liberal, libertario y conservador
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