Sensatez y paños fríos ante la bravuconería

Al día siguiente del día D en Bolivia, los discursos de los vencedores se llevaron las principales planas, tanto Paz como Lara no caían en cuenta de la victoria que habían logrado. Sin embargo, con el pasar de los días la humildad y el respeto abandonaron el escenario para dar paso a la bravuconería que desencadena una espiral incontrolable imposible de justificar.

El país decidió volcar la página al proceso de cambio del Movimiento al Socialismo pero no abandono de facto las ideas centrales que encumbraron en primer lugar que este partido llegué al poder allá por 2005. Solo bastó que un líder llegué con una bolsa de promesas vacías para que el pueblo raso sucumba ante los encantos por días mejores en el futuro inmediato escapando mágicamente a la crisis en la que hoy se encuentran.

Aquí existe una responsabilidad absoluta en el oposición en su conjunto, el periodo de campaña no solo consistía en presentar un programa de gobierno y pedir el voto sino demandaba de abrir los ojos de la población ante la gravedad de la crisis y concientizar acerca del costo social ineludible. Es así que el boliviano promedio al tener un diagnóstico “edulcorado” por la oferta política termina por inclinarse ante las propuestas más atractivas que responden exclusivamente a los deseos particulares por salir librado de polvo y paja de la crisis, cual héroe de acción esquivando balas ayudado por una mezcla de buena fortuna y coreografías complejas.

Las propuestas grandilocuentes que recuperan, reivindican y proyectan los programas sociales que el Movimiento al Socialismo uso como mecanismo de fidelización y clientelismo entre sectores populares de la sociedad boliviana fueron reciclados por una parte del binomio Paz – Lara, casualmente estos puntos no figuran en el programa de gobierno oficial del Partido Demócrata Cristiano. No existen elementos para analizar la propuesta al margen del propio enunciado y compromiso directo con las masas adeptas, jubilados y madres solteras.

Existe una disociación entre los compromisos asumidos y la realidad objetiva que tiene el país. Bolivia tiene un déficit del 13% del PIB, arrastrado por más de 10 años consecutivos. Una balanza comercial negativa que junto a la nula inversión extranjera directa en el país desencadenaron que las Reservas Internacionales se desplomen al punto de generar un mercado paralelo del dólar ante la imposibilidad de responder a un tipo de cambio fijo válido desde fines de 2011.

La tragedia boliviana se asemeja al naufragio del Titanic, el barco entendido como la economía boliviana bajo un modelo económico social comunitario productivo ha impactado con el iceberg del lejano futuro, los “logros” coyunturales de la economía nublaron la vista del gran icerberg que se avistaba a lo lejos, conformado por las consecuencias de las malas decisiones asumidas previamente por la política económica. Mientras el agua sube de nivel en cada nivel del barco, brindar chalecos salvavidas a cada uno de los pasajeros y esperar que esto sea suficiente para mantener a flote el barco es una idea absurda. El instinto de supervivencia nos dice que deberíamos saltar a una embarcación más modesta, con menos lujos y comodidades que nos permita sobrevivir en las aguas frías del Atlántico y dirigirnos hacia mejores horizontes donde podremos abordar una embarcación de mayor tamaño, con mejores condiciones, con capitán y tripulación mejor preparada.

El ciudadano no fue sacudido por el personal del barco anterior (MAS) para reconocer el peligro en el que se encuentra y sobre todo dirigirse hacia los barcos de emergencia con los cuales abandonar la embarcación en proceso de hundimiento. Este fenómeno explica el por qué ante la incertidumbre la masa popular se inclinó por confiar en un nuevo capitán que tome el timón de la embarcación y con unas pocas maniobras y muchos parches pueda mantener a flote al Estado benefactor que los proteja de todo mal derivado de una crisis que puede ser contenida como las frías aguas del Atlántico Norte.

El boliviano promedio no lee los programas de gobierno, toma decisiones al calor de las encuestas, los discursos y sobre todo las promesas y compromisos. En un mundo ideal un binomio tan improvisado no hubiera llegado a tener la victoria tan escandalosa de la que fuimos testigos el pasado domingo. ¿Existe esperanzas aún? Claro que la hay, pero no pasa porque los embaucadores de liderazgo efervescente claudiquen de su derecho de participar en la 2da vuelta del próximo octubre, parte de cada ciudadano individual que con cabeza fría, información objetiva y oficial forme su opinión y empiece a cuestionar formulando las preguntas correctas, agudas e incisivas sobre el programa no sobre las personas.

El pensamiento crítico ausente en gran parte de la sociedad es el camino para evitar dar saltos de fe y en su lugar tomar decisiones siendo conscientes del coste que deberá asumir el próximo gobierno y sobre todo la sociedad boliviana en su conjunta. La crisis está aquí no hay atajos ante el peso de las malas decisiones del pasado, lo que queda por hacer es afrontar el futuro con hidalguía sabiendo que se sientan las bases para un nuevo modelo económico que perdure más allá de los 20 años, sin espejismos ni medias verdades.

  • CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA
  • Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía
  • *NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21