RODOLFO FAGGIONI
Así se titula el libro escrito por Monseñor Stanislao Dziwisz, el hombre que por casi 40 años ha sido el secretario privado de Karol Wojtyla. Publicando este libro de memorias, el actual Arzobispo emérito de Cracovia ha querido recordar los momentos más significativos e importantes del Papa Juan Pablo II, uno de los Pontífices más amados por católicos y no.
Desde el 8 de octubre de 1966, cuando el recién consagrado Obispo de Cracovia Monseñor Karol Wojtyla nombró al jóven sacerdote como su secretario, hasta su muerte acaecida el 2 de Abril del 2005, Dziwisz ha condividido todos los momentos, día por día, del Pontificado de Juan Pablo II.
En el libro, una verdadera fuente de detalles inéditos, Dziwisz, recorre de nuevo todas las etapas más valiosas al servicio del Santo Padre; desde su primer encargo como secretario hasta la elección a la silla de Pedro en 1978. Ha vivido en primera persona el apoyo dado a Solidarnocs y ha sufrido cuando se atentó a la vida del Santo Padre en 1981.
Está convencido de que el atentado del turco Ali Agca en la Plaza de San Pedro, haya sido obra del KGB soviético. El autor en esta ocasión revela que el turco nunca pidió perdón al Papa como siempre se ha creído.
El libro es también una crónica cotidiana de la vida del Papa: de los frecuentes viajes al exterior, de los momentos cruciales cuando cayó el Muro de Berlín, hasta el 11 de septiembre.
Con la caída del comunismo, para Wojtyla se había abierto otra vía. Evitar, el choque entre civilizaciones, y sobretodo, desafiar al liberalismo para hacer justicia hacia los pueblos del Tercer Mundo.
No faltan los detalles sobre el hombre Wojtyla, su pasión por los nevados eternos de los Abruzos que muchas veces lo llevaron a la zona de Ovíndoli en incógnito. Durante una de sus excursiones por los nevados italianos, fue un niño de 10 años que se dio cuenta de que ese señor que esquiaba de modo perfecto era el Papa.
La primera vez que el Santo Padre expresó la idea de ir a los nevados fue en una tarde de invierno. A sugerir Ovíndoli fue Padre Tadeuzs Rakoczy, hoy Obispo emérito de la Diócesis polaca de Bielsko-Zywiec, que esquiba en esa localidad. Fue así que el 2 de enero de 1981 partieron de la residencia papal de Castelgandolfo en el auto privado de Padre Jozef Kowalczyk, Monseñor Tadeuzs escondía al Santo Padre, que estaba en el asiento posterior con un periódico. Llegados a Ovindoli, después de que el Papa desde el auto había podido admirar esos majestuosos y hermosos nevados del Apenino Central de Italia, la comitiva se detuvo cerca de una de las pistas de esquí. “Y allí”, escribe en su libro el actual Cardenal Dziwitzs “empezó ese día maravilloso e inolvidable. Los montes blancos de nieve, la naturaleza pura, ese silencio que te permitía concentrarte, orar. El Santo Padre podía esquíar tranquilamente sin ser reconocido. En las excursiones sucesivas, siempre al mismo lugar de los Apeninos Abruceses, era inevitable encontrar muchísima gente. Pero al Papa vestido de esquiador, con gorro y anteojos oscuros nadie lo reconocía, sobretodo porque nadie se imaginaba que un Papa estuviese esquiando en medio de tanta gente”.
RODOLFO FAGGIONI
Periodista y corresponsal en Italia. Miembro efectivo de la prensa internacional
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de Visor21.