Sofismas del folklore boliviano

CARLOS ARMANDO CARDOZO

Los bolivianos ven con atención lo que sucede en Argentina en torno a Milei, es justamente el pretexto perfecto para que esas viejas taras vean la luz y nos muestren la verdadera cara de la sociedad, especialmente aquellos mitos que permiten entender el origen del subdesarrollo y pobreza.

“La salud y educación pública son conquistas sociales que otorgan derechos, por lo tanto, cualquier intento de terminar su existencia es un atentado directo hacia los ciudadanos” Nadie estaría dispuesto a coartarle el acceso a cualquiera de estos “derechos” a los demás, eso sería un acto de barbarie y tiranía.

En Bolivia, la gente asegurada a una Caja de Salud debe disputarse fichas con el resto de asegurados con la esperanza de tener atención con uno de los dos médicos disponibles que medianamente llena sus expectativas. Esperar meses por un espacio para una cirugía y comprarse los medicamentos afuera porque la Farmacia en su Seguro no los tiene disponible. Vaya calidad de servicio, sin embargo, la gran mayoría de bolivianos se justificará con total soltura: “es mejor que no tener seguro en absoluto”.

Por otro lado, la educación pública es la garantía de que todos los ciudadanos tienen la posibilidad de formarse en los niveles inicial, primario y secundario hasta obtener el bachillerato. Salir del analfabetismo es coronado con una carrera universitaria en el sistema universitario público en cualquiera de sus carreras que le da todas las facilidades para obtener su título profesional en cómodas cuotas, en su propio ritmo sin ninguna discriminación para finalmente acceder a un empleo digno. Fíjese estimado lector, que el paradigma se centra en el ser, es decir ser alfabeto, ser bachiller, ser profesional. La forma y la calidad de este individuo son un dato menor, el resultado es un país desbordado por “profesionales” de todos los rubros, sin mercado laboral que los pueda absorber como trabajadores y sin las capacidades necesarias para competir entre sus pares, ni pensar en salir hacia otros mercados porque el desafío se convierte en una verdadera epopeya.

Nadie absolutamente nadie cuestiona la calidad de vida que el benévolo Estado le esta dando, porque eso sería propio de una persona “ingrata”. Cierra esa boca, más respeto que si ese Estado no estuviera ¿qué sería de ti? ¿qué sería de todos nosotros?

Si no crees en mi palabra, mira a tu abuelo, ves que cobra una jubilación. ¿Quién crees que se preocupa por él? Te aseguro que no eres tú, claro es el benévolo Estado. Y eso no es todo se preocupa por todas las personas de tercera edad, no importa si no aportaron durante sus años de actividad, el sistema esta tan bien pensado que todos practicamos la solidaridad y podemos costear el pago de esas jubilaciones también.

El hecho de que las jubilaciones que se cobran son tan bajas que no llegan a representar ni siquiera un salario mínimo nacional, como referencia del costo de vida promedio de una persona en Bolivia es un mero detallito sin importancia.  Acotaran: “Es toda responsabilidad de quien en su momento decidió jubilarse sin tomar estos recaudos, debió haber pensado con mayor frialdad cuál sería su realidad en el futuro” “Debió asesorarse externamente porque eso no lo hará la Gestora Pública, por favor tienen mejores cosas que hacer que perder el tiempo con un verdadero escéptico del sistema”.

Con solo estos 3 ejemplos, uno puede evidenciar cual es la secuencia del problema. El sistema de educación provee un servicio sin ningún estándar serio de calidad como referencia, es decir dando la espalda a las nuevas tendencias y desafíos que plantea el mundo globalizado. Eso desencadena estudiantes con muchas deficiencias que evolucionan sin limite alguno en profesionales carentes de pensamiento crítico, motivados a la superación y competencia permanente.

Todo su proceso de aprendizaje, se le fue transmitiendo consignas ideológicas revolucionarias propias del monopolio de la educación. El Magisterio. Disfrazando adoctrinamiento con educación a desencadenado un razonamiento colectivo verdaderamente peligroso y altamente violento. Asumir un antagonismo con lo privado resaltando el Socialismo como una bandera que guie a todos los agremiados hace imposible pensar en incentivos para mejorar el sistema desde adentro.

Este pensamiento enturbia la concepción del individuo en otras áreas como la salud y la seguridad social de largo plazo. En lugar de cuestionar el “status quo” y la realidad de los hechos, donde la insatisfacción e ineficiencia son una constante, lo único que produce de mayores demandas al Estado benévolo, la resolución de los problemas de arriba hacia abajo.

Los colectivos son los únicos espacios válidos para el Estado benévolo, es decir no hay oportunidad para el individuo si es que este no accede a los niveles de dirigencia en aquellos colectivos reconocidos por el poder estatal. La cercanía al poder permite obtener privilegios que no son universales para el individuo promedio, de ahí que se añora pertenecer al Estado como operador, un guerrero de la burocracia.

El costo es uno, renunciar a cualquier noción de objetividad para defender consignas que el poder político trata de enraizar en la opinión pública. Es así como el Estatismo ha permeado en el sistema de creencias y se resguarda en el inconsciente colectivo que es desde donde maniobra.

¿Quién saca provecho de este estado situación? La clase política que simula buscar desmontar todo ese sistema de creencias cuando solo se alimenta de este y lo reafirma a través de sus acciones en los espacios de poder.

Del germen paternalista incubado desde la Revolución Nacional de 1952 hasta su ultima demostración en el Estado Plurinacional de Bolivia, donde la deslegitimación de la clase política ha erosionado las bases del “status quo” y abre la posibilidad al cuestionamiento de la sociedad más allá de sus sofismas.

CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA
Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21