Revolución de Abril de 1952, memorable hecho histórico

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LUIS ANTEZANA

Los historiadores consideran que, a medida que pasa el tiempo, algunos acontecimientos aparentemente superficiales y de limitada perspectiva, no tienen importancia. Pero, debido al estudio, el conocimiento de esos hechos no es satisfactorio y se va profundizando, vale decir, pasando de la apariencia a la esencia de los mismos.

Esa conclusión es oportuna para hacer referencia a la revolución popular del 9 de abril de 1952, de la cual se cumplen 72 años. Se afirma que ese suceso fue solo un golpe de Estado, preparado por un partido de conspiradores, una asonada o una rebelión espontánea y sin dirección. También se la considera a como una revolución que, a lo más, expulsó de Palacio de Gobierno a una minoría conservadora o. finalmente, que fue una revolución sin raíces.

Sin embargo, esas apreciaciones empíricas ya son obsoletas y han sido superadas con datos objetivos, que determinan no solo el conocimiento en superficie de ese acontecimiento, sino las causas que lo produjeron, el fondo de los mismos y, lo más importante, los objetivos que quería alcanzar, así como los motivos de su colapso y, en especial, las perspectivas de su futura existencia.

A mediados del Siglo XX, Bolivia era la más atrasada de las naciones del mundo y la pobreza que sufría era increíble, al extremo que en las ciudades, ni qué decir en los campos, la utilización del dinero era apenas conocida. En el comercio se utilizaba el trueque y la yapa. El ochenta por ciento de la población tenía la condición de colonos y pongos (eslavos) y había el sector minero. En las ciudades, una pobre y sumisa clase media estaba al servicio de ese régimen.

Bolivia era una colonia miserable. El Estado, utilizado según el capricho de los amos mineros y terratenientes, era sostenedor de ese sistema. En síntesis, Bolivia era una colonia minera y latifundista que, sin embargo, luchaba por destruir ese sistema colonial y feudal y pasar a otro más justo, el régimen nacional y democrático.

En efecto, la insurrección popular del 9 de abril de 1952 determinó para Bolivia el salto histórico del coloniaje y el feudalismo a la nación y la democracia.

En particular los pueblos de La Paz y Oruro, en alianza de clases, combatieron durante tres días contra la fuerza armada minero-latifundista, la destruyeron e hicieron realidad ese salto histórico. En resumen, Bolivia pasó a convertirse en Nación democrática y dejó de ser colonia feudal.

Ese salto histórico fue mucho más importante que la definición convencional de que se trató de una revolución nacional sin objetivos democráticos, o que fue simplemente una revolución abstracta, sin metas concretas. Al contrario, fue una revolución concreta, tanto en sus objetivos como en sus procedimientos.

Ese acontecimiento político del pueblo boliviano no se quedó en los enunciados, sino que pasó a los hechos, al arrebatar a la minería colonial y al feudalismo agrario el poder.

Se debe considerar que ese suceso era invencible, pues, ninguna fuerza externa pudo derrotarlo, objetivo que, sin embargo, corrió a cargo de algunos de sus protagonistas que restauraron el viejo régimen del coloniaje y neofeudal, que dura desde 1964 y devolviera el país a las corrientes antinacionales y antidemocráticas que hicieron añicos todo lo avanzado hasta entonces.

La revolución nacional y democrática de 1952 es una etapa inconclusa, por la marcha de la historia, que avanza y es independiente de la voluntad de los individuos. Por tanto, deberá completarse en su totalidad, aunque se tenga que reiterar que no existe tragedia más grande en la historia que empezar de nuevo.

LUIS ANTEZANA ERGUETA
Escritor e Historiador
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21