Naturaleza, sinónimo de Dios

MAGGY TALAVERA

Llegué a La Rinconada con la sensibilidad a flor de piel. Ya respiraba verde y olía a canto de pájaros y rocío desde una semana antes de ese lunes lluvioso en el que muchos acudimos felices a la cita convocada por Tonchi Ribero en su mágico ecoparque, allá en el también mágico rincón que es Porongo. Tal vez fue por eso, por llegar a La Rinconada con los pulmones llenos de buena energía cosechada en otro espacio sagrado como es el de la Quinta Curucusí, que las palabras dichas entonces por Tonchi calaron tan hondo, que las emociones se desbordaron por los ojos.

Fue imposible contener las lágrimas al escuchar repetir a Tonchi lo orgulloso, emocionado y agradecido que estaba por tantas bendiciones recibidas a lo largo de su vida, de manera muy especial con la Naturaleza que para él, como hizo cuestión de remarcar entonces, “es sinónimo de Dios”. Como Dios, “nos da mucho más de lo que nosotros le damos”, cerró a la par que exhibía, feliz, los dos certificados de Guinness World Records ganados por La Rinconada: uno por poseer la hoja de nenúfar o planta acuática más grande del mundo y otro para la hoja no dividida más grande del mundo, bautizada ya como Victoria Boliviana.

Por supuesto que semejantes reconocimientos no son hechos menores, pero quedamos cortos si reducimos a estos logros la extraordinaria experiencia vivida y compartida desde La Rinconada. Tal vez la mayor riqueza, como lo dijo el propio Tonchi, está en el proceso vivido a lo largo de más de cuarenta años, desde la primera vez que él vio una victoria en un viaje a Santa Ana de Yacuma. ¡Hay que ver cuántas y cuán difíciles pruebas tuvo que sortear Tonchi antes de alcanzar esos reconocimientos! La persistencia, la fe y el amor en lo que hacía, la bendición de estar rodeado de gente buena le ayudaron a vencer trabas.

Un camino muy similar al que está recorriendo desde hace poco más de tres años un par extraordinario como es el que forman Ramón Eduardo Cuéllar y Mauricio Herrera, bellos y locos soñadores que están haciendo de Quinta Curusí otro lugar mágico que confirma que la Naturaleza es sinónimo de Dios. Tuve el privilegio de beber de esa magia, justo una semana antes de acudir a la cita con La Rinconada. De beber y embriagarme de verde, de frutas, del canto de las aves (¡qué nostalgias, profesor Noel Kempff!), del ritmo del agua y, a la par, de contagiarme de la ingenua pero poderosa esperanza de las mujeres de Santa Bárbara y de la fuerza de la historia contenida en la gente y cada rincón de Buena Vista.

Quinta Curucusí está entre Buena Vista y Santa Bárbara, sobre lomas pobladas de árboles y flores, lindando un curvado camino de tierra por el que a diario recorren lugareños y extraños, cada uno cargando sus propias alforjas pobladas de sueños. Allí también pude rescatar historias de vidas, todas atravesadas por el amor a la Naturaleza. Un amor nada convencial, diría incluso que casi sobrenatural y tan poderoso que está siendo capaz de realizar milagros como el de la supervivencia de una Victoria Boliviana en un ambiente sin las condiciones aptas para su desarrollo, como lo visto en La Rinconada; o el de Curucusí, irradiando una luz poderosa desde apenas un parcito de puntitos luminosos y verdes.

Es Dios revelándose a través de la Naturaleza. Es la Naturaleza sinónimo de Dios. Son ambos, Dios y Naturaleza, manifestándose a través de seres de carne, hueso y corazón como lo son Ramón Eduardo, Mauricio y Tonchi, pero cada uno con sus propias y bellas yapas. En el caso de Tonchi, sus incondicionales hijos y compañeros de sueños Arelí, Ilani, Tarina y Darel, por citar algunos de sus cómplices de sueños. En el caso de Eduardo y de Mauricio, las mujeres y hombres de Santa Bárbara, a los que se suman familiares y no pocos amigos dispuestos a compartir y propagar sueños posibles.

¡Ay, qué bien se siente beber de esa fuente de energía pura y viva! Tan necesaria hoy como siempre y más que nunca. Ahora, en estos tiempos golpeados inmisericordiamente por quienes no aprecian a Dios ni a la Naturaleza, por tantos otros a los que no les basta el menosprecio y recurren más bien a la depredación de una riqueza única considerada ya en muchos países, incluido el nuestro, como un Patrimonio Natural de la humanidad.

MAGGY TALAVERA

Periodista y Directora de Periodismo Sin Photoshop

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21