Aun pervive un resabio, un vestigio cultural colonial en la Bolivia del siglo XXI, de querer seguir nombrando a las personas por cargos, por títulos nobiliarios, por designaciones que traen consigo el hecho de haber ocupado circunstancialmente un cargo, un puesto en algún gobierno.
Cuando ciertamente en forma legal y efectiva, dicho individuo no tiene ya ninguna función, potestad, atribución ni consecuentemente ninguna autoridad. Oficial y legalmente ésta persona es un igual entre todos los iguales, políticamente solo se representa a sí mismo y jurídicamente solo es responsable por lo que hizo.
Es esta forma de construir a partir de las palabras, como diría Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” y eso es lo que sucede cuando se escriben en titulares rutilantes noticias tales como: “exdiputado declaró que están atentando contra el pueblo”; “exsenador manifestó que el presidente no cumplió con sus promesas”; “ex presidente dice que este gobierno no solucionó nada, – de lo que ese mismo expresidente además causó”; “ex ministra señaló que están obrando políticamente al abrirles causas penales a todos los ex”.
Este es el límite al que los editores de medios precisamente siguen conduciendo con esta narrativa, de provocar en la gente la reacción y el comentario de apoyo o el de oprobio; generando polémica, levantando airados y reflexivos pasajes bíblicos, máximas y moralejas. Pero esencialmente reproduciendo esa vieja práctica de llenar de títulos incluso hasta al ex, para crear ese nuevo límite del poder.
Porque ser ex, es todavía ser y retener autoridad y poder.
Así, tratándolos con una especie de halo que los sigue y los persigue, como si fueran seres extraordinarios que levitan más allá de todos los demás, – simples mortales quienes nunca hicimos nunca nada para ser elegidos o designados gobernantes, diputados, senadores o ministros; y por lo tanto no somos dignos merecedores de distinción alguna.
Que no somos merecedores para tener investido con nuestro nombre el título y el epítome de todavía seguir siendo, sin serlo ya.
¡Yo soy ex también!
De algo o de alguien y necesito decirlo, pero principalmente que me lo reconozcan para abrirme puertas, para que me atiendan con trato preferente, para movilizar a la población, para ofrecer en campaña, para ser otra vez autoridad y poder.
En sencillo, es como si pusieran cámaras y micrófonos ante la exesposa, el exesposo, y fueran consultados, para que movilicen a la familia, ofreciendo declaraciones, pronunciamientos, en fin en sus más airadas manifestaciones de interés acerca del actual matrimonio.
¡Porque es el ex, porque es la ex!
Y tienen varias cosas que decirle al mundo sobre el nuevo matrimonio.
Para el lenguaje mediático, no descolonizado, ataviado de la necesidad de rendir pleitesías, caravanas y séquito, aún estos seres mortales siguen y seguirán teniendo autoridad, gozando de atención concitada sin legitimidad alguna, porque siguen siendo y serán para siempre: el exdiputado, la exministra, el exsenador, el expresidente.
¡Que importantes!
- JORGE ESPAÑA LARREA
- ABOGADO. SOCIÓLOGO
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