El discurso de Edman Lara es típico de la retórica populista: en vez de proponer ideas, se dedica a construir enemigos. Utiliza frases fuertes —“logias”, “racistas”, “vendepatrias”— como etiquetas para estigmatizar y dividir, sin explicar quiénes son ni qué significa exactamente cada término. Es un recurso emocional, no racional, que busca movilizar a sus bases a partir del miedo y la indignación.
Decir que Tuto Quiroga hace “guerra sucia” sin mostrar pruebas es un argumento ad hominem: se desacredita a la persona en vez de debatir las ideas. Esto refleja debilidad discursiva: no hay proyecto, solo descalificación.
El mensaje de Lara en realidad reproduce la lógica del MAS: inventar enemigos internos y externos para mantener cohesión. Al decir “no volverán las logias, los racistas, los vendepatrias”, recicla los viejos fantasmas del discurso evista e indigenista, pero aplicados en otro escenario.
Lo grave es que Lara pretende presentarse como renovación, pero su lenguaje es el mismo que desgastó la política boliviana en los últimos 20 años: polarización, insulto, descalificación. Es un “cambio” solo en apariencia.
Además, cae en contradicción: mientras acusa a otros de “vendepatrias”, su propio espacio político es refugio del masismo, lo que evidencia un doble discurso. Es decir: acusa para ocultar que su proyecto no tiene independencia real, sino que funciona como plataforma encubierta del MAS.
Un discurso de este tipo no construye democracia, sino que la degrada. Refuerza el resentimiento, divide a los bolivianos entre “pueblo bueno” y “enemigos malvados”, y evita la discusión sobre los problemas centrales: la crisis económica, el desempleo, la inflación, la corrupción, la falta de inversión.
En vez de proponer soluciones, Lara perpetúa la cultura política del insulto. Y lo más peligroso: al usar estas consignas, intenta blindarse de críticas, colocando a cualquiera que lo cuestione en la categoría de “logia”, “racista” o “vendepatria”. Eso es autoritarismo disfrazado de discurso popular. El discurso de Edman Lara no es una alternativa política, es más de lo mismo: populismo, insultos y ausencia de ideas. Es un guion heredado del MAS, reciclado en otra sigla. Su retórica no busca unidad ni propuestas, sino miedo y odio. Bolivia no necesita más gritos contra “logias” o “vendepatrias”: necesita ideas, proyectos y líderes capaces de gobernar sin vivir del Estado.
- Fernando Untoja
- Economista, sociólogo, líder del movimiento Ayra Liberal
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