La economía del eufemismo

CARLOS ARMANDO CARDOZO

Tal parece que en Bolivia los políticos han distorsionado la realidad a partir de las palabras que utilizan en su afán de alinear la realidad con el discurso político. Un ejemplo es la obsesión enfermiza del Gobierno por 3 indicadores macroeconómicos: PIB, inflación y desocupación.

En este caso nos concentramos en el indicador de desocupación, manejado indistintamente al de desempleo que genera menor alerta en el ciudadano promedio. Según las cifras del Gobierno este indicador no supera la barrera del 5%, es decir cualquiera entendería que estas personas son las que se encuentran activamente buscando un empleo sin éxito aparente, sin embargo, el gobierno hábilmente habla de desocupación y cambia el tenor del concepto. Dícese de las personas económicamente activas que se encuentran actualmente desarrollando alguna actividad sin importar que esta sea formal o informal, con un ingreso cualquiera sin importar que este alcance el salario mínimo nacional, así también sin considerar la seguridad social de corto (salud) y largo plazo (jubilación)

Entonces ¿a cuánto asciende el desempleo en Bolivia? Para responder a esta pregunta me permito citar el gran trabajo del investigador Gustavo Rodríguez (Organización para la Seguridad Social Flora Tristán) que mencionaba allá por el año 2011 que solo el 17,7% de los bolivianos contaba con un seguro médico el resto o no tiene ningún seguro o es atendido por el SUS (Sistema Único de Salud) que valga aclarar no es un seguro porque no cuenta con un sistema de aportes, no tiene infraestructura propia ni recursos propios haciendo que su presupuesto sea toda una incógnita.

Ese 17,7% equivalía a 2.100.118 de personas de un total de 11.800.550 en el país, adicionalmente debía ser segregado entre aportantes activos y beneficiarios directos (cónyuges e hijos). Es así como Rodríguez filtro a los aportantes llegando a la escalofriante cifra de 700 mil personas aproximadamente, una tercera parte del total de asegurados. Si la población económicamente activa para ese momento ascendía 6.636.788 de bolivianos y solo se tenia 700 mil asalariados formales (10,55%) eso permite llegar a la conclusión que el desempleo para ese entonces era de 95,5%.

Pero que disparate pensara el lector, como es posible que el desempleo se vea así cuando el Gobierno se jacta de haber recuperado la economía boliviana en pleno 2023. Primer argumento: el trabajo formal como tal requiere de un salario acorde a lo establecido como base de cálculo, un mínimo nacional que se ajusta conforme a los incrementos de la canasta de familiar para mantener el poder adquisitivo de las familias bolivianas (teóricamente), es de suponer que aquella persona que gane por debajo de este monto no puede costear los gastos mínimos de alimentación, vivienda, servicios básicos, educación y salud (versión del propio INE). Segundo argumento: un ingreso incierto por debajo del mínimo nacional es insuficiente para costear un seguro médico en el sector privado, en cifras de Rodríguez este solo brinda cobertura al 0,53% de los bolivianos (63.123 personas) dejando al resto de bolivianos a merced del SUS, estamos hablando de 52,19% (6.158.943 personas). Al no tratarse de un Seguro como tal y ser más un programa de asistencia irregular sin fondos propios esto se constituye en gasto público más que un contrato de seguro por parte de los trabajadores informales. Tercer argumento: La OIT el año 2021 publico un estudio acerca del trabajo informal en Latinoamérica, donde Bolivia lideraba el ranking con 84,9% de sus trabajadores. Incluso esta cifra representa un incremento de los resultados presentados en el informe del FMI (Medina & Scheneider, 2018; “Shadow Economies Around the World: What Did We Learn Over the Last 20 Years?”).

Ante el fracaso de la economía boliviana, los estímulos desde el sector público no fueron capaces de generar condiciones para que la economía se formalice ¿cómo es posible seguir financiando un sistema único de salud, sin aportantes directos (cotizaciones) o indirectos (impuestos)? A punta de deuda interna y externa, pateando el problema luego de las próximas elecciones, a costa de los ciudadanos, pero eso será tema de los siguientes artículos referidos a los restantes dos “pilares” de la macroeconomía boliviana.

CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA
Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21