- “¡La guerra es la paz! ¡La libertad es la esclavitud! ¡La ignorancia es la fuerza!” – George Orwell
Cuentan las crónicas del año 740 a.C. que, en el reino de Juda, un joven llamado Isaías, comenzaba a profesar entre sus hermanos con un mensaje profundo, buscando inspirar entre ellos el cambio de conducta y pensamiento que los sumía en la más profunda crisis moral y de valores. “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!”. La sociedad en la que vivía estaba enferma y uno de los síntomas de esa terrible enfermedad de raíces innegablemente espirituales, era la insistencia en NO llamar las cosas por su nombre.
El Profeta Isaías, advertía a la humanidad sobre el peligro al que conlleva la insensatez del ser humano que lo único que propicia es el dominio de la maldad y la oscuridad, una amargura profunda que habrán de soportar quienes no estén dispuestos a cambiar. Reflexionaba acerca de la perversión de los hombres que habían invertido los valores morales y éticos, denunciando a todos aquellos que distorsionan la verdad, los que hablan de lo justo para ser injustos o de bondad para hacer el mal, identificando a los que se valen del amor para construir un odio irracional. El periodo oscuro del alma, de una terrible decadencia y perversión moral que terminará desencadenando el castigo de Dios.
Para Gary V. Smith (2007), “Cuando lo dulce y lo amargo, la luz y las tinieblas, el bien y el mal son valores relativos basados en deseos, caprichos y fines egoístas, la rectitud y la justicia no existen. Gran parte del crimen y la inmoralidad que aflige a la sociedad moderna se remonta a redefiniciones personales y sociales similares del bien y el mal. Las personas de cualquier generación pueden rechazar sin sentido y de manera desafiante la idea de que están haciendo mal porque no tienen un ancla moral”.
Los líderes y ciudadanos que, por interés personal, corrupción o ignorancia, promueven prácticas miserables, carentes de valor humano, injustas o deplorables, invirtiendo y falseando la realidad, deben reflexionar y arrepentirse de sus acciones. Puesto que, si por cualquier motivo pueden vulnerar las disposiciones legales, de acuerdo al mensaje del profeta: No podrán justificar el mal, ni distorsionar la verdad ante los ojos de Dios.
Los síntomas de una sociedad enferma puede evidenciarse de la siguiente manera: Una sociedad que ha perdido la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, es aquella que ha visto luz en el oscuro y tenebroso pensamiento populista, romantizando (por años) los actos terroristas que han bloqueado a su gente y frenado su desarrollo, aquella que erige a sus verdugos e invierte su pensamiento pernicioso para convertirlos en ídolos a los que termina entregando el control de sus vidas e hipotecando el futuro de sus familias. Es una sociedad que tuvo que probar la hiel muchas veces y prefiere seguir bebiendo el trago amargo en lugar de reconocer que se han equivocado.
Una sociedad de in-Morales es aquella que se manifiesta en cuestiones sangrantes como el trato que brinda la opinión pública a los criminales, aquellos a los que se encargan de confeccionarle un manto sagrado con derechos de primera en comparación a los del común de los mortales. Sociedades de seres perversos que bloquean, lastiman, violan, hieren y matan, son los que copan los titulares cometiendo actos execrables para que, en lugar de rendir cuentas a la justicia, sigan siendo considerados para ser “candidatos”, cuando legalmente no sólo deberían estar inhabilitados, probablemente también deberían estar purgando sus culpas.
En las últimas horas un acto criminal ha conmocionado al mundo. Miguel Uribe Turbay, Senador y candidato presidencial en Colombia, fue víctima de un atentado provocado por un sicario de 15 años de edad. De acuerdo al parte médico el estado de Uribe es crítico, habiendo tenido una escasa respuesta a las intervenciones quirúrgicas practicadas tras recibir tres impactos de proyectil por arma de fuego. Una víctima más de la insensatez de la ciudadanía que vota por organizaciones criminales para que los gobierne y decidan sobre sus vidas, mostrando de lo que es capaz una sociedad que tiene una profunda enfermedad de raíces espirituales, morales y de valores.
Estas sociedades presentan múltiples problemas, entre ellos la estructura de sus sistemas de justicia, no gozan de sin independencia, están altamente politizadas, son exacerbadamente corruptas, se dan a la tarea de condenar a inocentes mediante denuncias falsas presentadas por gente inmoral, un sistema de in—justicia que exonera criminales que provocan muerte con vileza y cobardía a gente inocente, es una afrenta de parte del poder que lanza un escupitajo al rostro de las familias de las víctimas a las que les hacen saber que no valen nada y que jamás obtendrán justicia mientras gobierne el mal y la insensatez humana.
Una sociedad (mediante la “opinión pública”) que insiste en presentar a la maldad como si se tratara de bondad, que asume a las tinieblas más profundas como la luz que los guía (a ciegas) y la elige para que los gobierne, no tardará mucho tiempo en sentir como aquello que se le presenta como dulce comienza a tornarse en un sabor profundamente amargo. La historia no se repite, pero rima. “El desafío y la ignorancia humana no pueden disminuir la autoridad o reducir la relevancia práctica de las instrucciones justas de Dios sobre el comportamiento humano moral” (Smith, G; 2007).
Sólo se recoge lo que se plantó. Los que sembraron el discurso del odio, reciben lo que sembraron, así como la devaluación cultural y de valores, el tiempo se los devuelve. Despilfarraron y rifaron el futuro de un país (Bolivia), si la gente despierta y se vacuna contra la enfermedad, deberá repudiar a quiénes tuvieron la oportunidad de acabar con la pobreza y con el oprobioso olvido de los sectores más desfavorecidos, decidiendo por el contrario asfixiar económicamente a las familias y condenándolas al hambre y la desesperación.
Debemos acostumbrarnos a llamar las cosas por su nombre. Lo que tuvo que traducirse en un “Cambio”, terminó pudriéndose, esto debido a que siempre que los grandes planes son INMORALES, terminan torciéndose demasiado hasta quebrarse, pervirtiendo las voluntades de las personas y conduciendo al país rumbo al fracaso.
Mientras tanto, que el desánimo y la frustración no minen nuestro espíritu y nos obliguen a cambiar nuestra manera de pensar. “Estamos acostumbrados a ver al poderoso como si se tratara de un gigante, sólo, porque nos empeñamos en mirarlo de rodillas y ya va siendo hora, de ponerse de pie”.
- CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ
- ESCRITOR. DOCENTE UNIVERSITARIO. DIVULGADOR HISTÓRICO. DIRECTOR GENERAL PROYECTO VIAJEROS DEL TIEMPO
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