Por muchos años la gente ha endiosado las movilizaciones de octubre de 2003 y se ha encargado de hacer ver a la “Guerra del Gas” como algo heroico. Lo que se vivió por esos tiempos fue sin duda fatal, pero fue el punto de quiebre decisivo para el ascenso del socialismo a Bolivia. Para el ascenso de Evo Morales, no solo las organizaciones sociales han sido fundamentales, sino múltiples actores políticos e incluso intereses internacionales.
Es evidente que los gobiernos neoliberales cometieron una gran cantidad de errores que por mucho tiempo tuvieron descontento al pueblo. El DS 21.060 generó en muchas organizaciones sociales y sindicatos un sentimiento de rencor muy fuerte, que se expresó como nunca en 2003. Dicho decreto fue necesario para estabilizar al país, pero la mayoría de la gente no lo entendió en su momento.
Goni retornó al poder en 2002, después de una campaña electoral muy exhaustiva. En el documental “Our Brand is Crisis” se ve el magnífico trabajo realizado por su equipo de campaña y cómo este logró remontar a tal punto de llegar a la segunda vuelta congresal. Para ese tiempo, Manfred era el gran favorito; empero, el trabajo del equipo de campaña de Goni logró revertir la situación y desprestigiar tanto al alcalde cochabambino que ni siquiera pudo quedar segundo, puesto que ese lugar fue ocupado por Evo Morales, beneficiado por las declaraciones del embajador de Estados Unidos de ese momento, quien ahora sabemos fue un agente infiltrado del régimen dictatorial cubano.
Goni se impuso gracias al Congreso y de esta forma se preparó para asumir su segundo periodo presidencial. Su gran error fue la aplicación del impuestazo en febrero de 2003, el cual fue el origen del conflicto de octubre del mismo año. Se fue sintiendo poco a poco un clima tenso y de enfrentamiento, pero sobre todo que las organizaciones sociales buscaban imponer un nuevo tipo de gobierno.
En octubre se produjo la recordada Guerra del Gas, producto de las intenciones del gobierno para la venta del gas a Estados Unidos. Con las insignias de evitar la “venta de la patria”, múltiples sectores salieron a protestar y violentar el país; sin ir lejos, se realizaron cercos a la sede de gobierno, algo inaudito.
Con el pasar de los días, el conflicto fue aumentando y muchas organizaciones de El Alto fueron manipuladas vilmente por grupos de poder que solo buscaron desestabilizar al gobierno, lo que causó una gran cantidad de muertos en los enfrentamientos ante el gobierno. Goni advirtió en su momento que el conflicto era decisivo para que un nuevo tipo de visión de país se imponga: o la democracia conquistada en 1982 con todas sus falencias perduraba, o llegaba un modelo de dictadura sindical autoritario.
Pese a no ser santo de mi devoción, Goni tuvo toda la razón y sus aliados lo traicionaron. La megacoalición que armó para poder gobernar lo dejó solo. El peor de todos los traidores fue Carlos Mesa, el “Joe Biden boliviano”, que siempre actuó a favor del socialismo y de Morales. Siendo el vicepresidente, decidió dejar a Sánchez de Lozada solo, sellando el destino del gobierno.
Sin dudas, las acciones de las organizaciones sociales y sindicatos que tumbaron a Goni en 2003 no pueden ser consideradas democráticas. Buscaron caos y confrontación. Había una clara intención de derrocar al gobierno. Me parece cómico cómo dicen que lo acontecido en 2019 fue un golpe de Estado, como si la “iluminada” Jeanine pudiera ser capaz de algo tan complejo y elaborado. Lo que sí tiene todos los síntomas de un golpe fue lo de 2003, orquestado por Cuba y Venezuela, que a partir de ese momento se apoderaron de la soberanía de nuestra nación.
No hay justificación para la represión del gobierno de Goni, pero tampoco es justificable que estas organizaciones hayan buscado tomar el poder de forma violenta. Todo se reduce a la simple pregunta: ¿qué sería uno capaz de hacer para salvar a Bolivia y a la democracia?
- FABIÁN FREIRE
- Escritor. Estudiante de Ciencias Jurídicas. Columnista en El Diario.
- *NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21