Los últimos 20 años se han caracterizado por un claro dominio electoral del “masismo” y de la presencia de una oposición mediocre, de la cual incluso me animaría a dudar de su existencia. La oposición, de una u otra forma, se ha acostumbrado a “vivir” del voto útil, ante la ausencia de propuestas coherentes y liderazgos fuertes. La gran mayoría del electorado opositor siempre ha votado por el candidato mejor parado, siendo este un voto antimasista, más que por convicción o militancia.
El momento clave y en el que el voto útil más fuerza tuvo fue en 2019, esto gracias a un contexto favorable y a un claro rechazo a las ambiciones prorroguistas de Evo Morales. Las propuestas y el programa de gobierno de Comunidad Ciudadana fueron una completa bazofia, pero la gente apoyó dicha alianza porque lo primordial era “sacar al MAS”. No fue un voto ideológico o por convicción, sino uno meramente enfocado en evitar la reelección de Evo Morales, lo que generó un electorado muy mixto y diverso.
Se puede decir que el voto útil funcionó para evitar la prórroga de Evo Morales en el poder, quien terminó renunciando y escapando a México con ayuda de ciertos políticos “funcionales”. Lo que siguió después fue, desgraciadamente, un gobierno de transición nefasto que le devolvió el poder al MAS y no pudo sanear las “instituciones del Estado”.
Para las elecciones del 2020 se esperaba que el voto útil vuelva a ser la clave para vencer al MAS, empero, contra todo pronóstico, Luis Arce ganó con un sólido 55%. Es evidente que dicho proceso electoral debe ser cuestionado y peor aún el accionar del Tribunal Supremo Electoral (TSE), que con diversas acciones favoreció el retorno del masismo. Fue evidente para el electorado opositor la importancia del voto útil, pues muchos (injustificadamente en mi opinión), terminaron acusando a Luis Fernando Camacho de favorecer la dispersión del voto y el retorno del MAS.
Para las elecciones del presente año, la situación es mucho más compleja y si hay algo que queda claro, es que el voto útil no tendrá la fuerza de antaño. Hoy, muchos dan por muerto al masismo e incluso se animan a afirmar que habrá una segunda vuelta entre “opositores”, lo cual dudo mucho que pase. La triste realidad es que la dispersión del voto solo favorece al MAS, que llegado el momento dejará sus “riñas internas” para una unificación final que puede ser decisiva.
No podemos dar por muerto al MAS. Si bien es cierto que está débil y no tiene el dominio de antaño, tiene una gran cantidad de ventajas frente a los opositores. El TSE sigue operando a su favor (y les dará una gran ayuda en el proceso electoral), las leyes están hechas a su conveniencia y cuentan con un voto duro superior al 30%. De igual forma, creo que la victoria debe ser total. No basta con el debilitamiento del enemigo, sino hay que asegurarse de que no “vuelva a pararse”.
En este contexto, el MAS no está débil, meramente está “dividido” y espera el más mínimo error de sus contrincantes para retomar su fuerza, tal como pasó con el gobierno transitorio de Jeanine Añez.
Nunca he sido fan del voto útil, siempre me pareció que fomentó la mediocridad de los políticos opositores. Mas creo que en el presente contexto podría ser de mucha ayuda, sobre todo para mitigar los efectos del fraude y contar con gobernabilidad en el parlamento. Las últimas encuestas muestran que el empate técnico entre Tuto y Samuel hace imposible que el electorado tenga claro quién es el mejor posicionado, lo que indirectamente beneficia al régimen masista.
Me temo que el socialismo prepara una jugada muy oscura, que viendo la ineptitud de los opositores será contundente y decisiva. Queda en manos de los bolivianos evitar que la nación siga siendo destruida. Es triste ver el panorama político actual, al cual se puede definir con la palabra mediocre.
- FABIÁN FREIRE
- Escritor. Estudiante de Ciencias Jurídicas. Columnista en El Diario.
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