ANDRÉS GÓMEZ VELA
Aristóteles plantea, en su libro “Política”, la idea del “vivir bien” o “bienestar” como un tema central de la ética y la convivencia en una comunidad política (polis). A mi juicio, la describe como una filosofía de vida de uno con muchos, de muchos entre muchos y de muchos con uno.
“La ciudad es la comunidad, procedente de varias aldeas, perfecta, ya que posee, para decirlo de una vez, la conclusión de la autosuficiencia total, y que tiene su origen en la urgencia del vivir, pero subsiste para el “vivir bien”, dice el estagirita. De este modo, proyecta esta noción más allá de la simple existencia.
En “Ética a Nicómaco”, Aristóteles vincula la idea a la búsqueda de la felicidad, considerada como el bien supremo que podemos proseguir en todos los actos de nuestra vida. “Vivir bien, obrar bien, es sinónimo de ser dichoso”, señala.
Después de este brevísimo marco conceptual, la pregunta: ¿será dichosa la persona que tiene poder eventual y pregona el “vivir bien” y a la vez la exclusión de todo aquel que no sea de su “raza” o de su pensamiento? Por supuesto que no porque el ser humano que hace infeliz a otro puede regodearse de su maldad, pero no alcanza la dicha.
El “vivir bien” está vinculado con el aforismo “el hombre es un animal político” porque sólo en una sociedad organizada políticamente una persona puede edificar sus virtudes, sus valores, su capacidad de servicio, su humanidad, su ética, esta entendida como autorregulación de conductas, actitudes y acciones en una interacción permanente con el otro con el objetivo de lograr el bien común: la felicidad.
Entonces, dirá Aristóteles, si el hombre es un animal político, es un ser social por naturaleza, lo que significa que no puede vivir aislado y sin contacto social. El estagirita descubre un atributo más del ser humano: “El hombre es un ser racional” porque tiene capacidad para discernir lo bueno de lo malo y alcanzar la virtud.
Pero el ser humano no sólo es racional, también es emocional porque odia, expresa ira, se deprime, hace maldades, comete injusticias, venganzas, y lo peor pierde el juicio moral.
Veamos un reciente caso para graficar el naufragio moral de nuestra sociedad. El pasado lunes, la Agencia de Noticias Fides informó que el jueves 9 de junio, a eso de las 23:30, vecinos del barrio Los Ángeles de Mairana (Santa Cruz) escucharon a una mujer que pedía auxilio. Decidieron ir al domicilio de la víctima para capturar al agresor. ¿Quién era? Gilberth Tapia Córdoba, un concejal del MAS, borracho en aquel momento.
La víctima declaró ante la Policía que su esposo la agrede cada vez física y psicológicamente. El Ministerio Público imputó al concejal por violencia familiar, doméstica y psicológica. Un juez ordenó su detención por 60 días en la cárcel de Vallegrande.
Al día siguiente, un grupo “liberó” por la fuerza al agresor y lo trasladó al concejal de vuelta a Mairana. Luego, bloquearon la carretera de los valles cruceños para exigir el cierre del proceso. Otro juez benefició al agresor con arresto domiciliario, y la víctima se retractó. Triunfó la injusticia.
Lo racional y virtuoso hubiese sido que aquellas personas promuevan justicia en favor de la víctima, pero optaron por la injusticia al defender al agresor que tiene poder político. ¿Cuál la fuente de esa acción emocional? Primero, el gregarismo que impide el pensamiento crítico. Segundo, el adoctrinamiento que deriva en la defensa de sus intereses del nosotros contra los otros. Tercero, la imitación de las acciones de los líderes de su partido que han naturalizado el uso del poder como medio para violar los derechos de otras personas.
¿Cómo evitar la multiplicación de estas prácticas irracionales en nuestra sociedad y cristalizar el “vivir bien”? El estoicismo nos aconseja reducir las emociones negativas y ampliar las positivas (la justicia, los valores, la solidaridad, la felicidad). ¿Cómo? Razonando que no podemos eludir nuestro destino: vivir en sociedad. Y la sociedad está compuesta por gente con intereses diferentes y de colores distintos, pero sobre un tronco común: la humanidad.
Si no podemos escapar de ese destino de coexistir, entonces busquemos convivir, “vivir bien”, con los otros porque la experiencia nos ha demostrado que ya fracasaron aquellos que han entendido la historia como una lucha económica de clases y también aquellos que han querido imponer la historia como la lucha natural de razas.
En consecuencia, es esencial entender que el “vivir bien” es un desafío a ser cada día mejor persona porque si cada uno se esfuerza por ser mejor persona, habrá una mejor sociedad boliviana. Entonces, nacerán hijos que serán mejores personas porque imitarán a la familia.
¿Qué significa ser mejor persona? Comprender el mundo en una interacción entre el mundo de los otros y tu mundo. Esta forma de ver el mundo definirá nuestra forma de actuar en ese mundo (ética) en relación con los otros mundos. Así entiendo el “vivir bien” y ¿vos?
ANDRÉS GÓMEZ VELA
Periodista y Abogado
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21