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Bolivia, 200 años aún sin identidad

Los últimos conflictos en la localidad de Llallagua en el Norte de Potosí han sido excusa para que los discursos de odio e incendiarios acaparen la opinión público. Probablemente estos discursos permanecían en el anonimato, en el día a día de muchas personas que en la soledad de su diario vivir probablemente manifestaban su repudio hacia sector de la población en silencio o de manera explícita reservada para su entorno más próximo. Sin embargo, en este caso me permito recopilar algunas incoherencias y falsedades absolutas construidas desde la manipulación y un sesgo intencional que persigue justamente avivar el resentimiento entre sectores claros de la sociedad boliviana.

“La Bolivia Profunda”

Esa Bolivia escondida en las comunidades olvidadas del altiplano, allá donde el tiempo parece no transcurrir pero si deja huella en cuanto a las prácticas, tradiciones, cultura y apropiaciones que la globalización logra poner al alcance de los territorios más remotos del mundo. Parece ser que la democracia representativa requiere de una validación étnica adicional para responder en efecto al deseo de los pobladores de las comunidades, aymaras y quechuas que se mantienen arraigados al territorio que ocupan, aquel que se les fue encargado por sus padres y al que no pueden renunciar sin traicionar sus raíces en el proceso.

Evo Morales Ayma, en su calidad de presidente, logró cooptar ese voto porque físicamente se acercaba más a ellos, una garantía de que siente lo que ellos, le preocupa lo que a ellos y sabe mejor que nadie que es lo que ellos esperan que el gobierno haga por ellos.

El resentimiento acumulado de saberse olvidados no solo por el Estado y sus instituciones sino también por el resto de la población boliviana que se mantenía alejada de manera deliberada, no tendía puentes de entendimiento con ellos, decretaba que era mejor dejarlos en paz y mantener su distancia por no tener nada en común que los una a la Bolivia Superficial, Urbana y Poblada.

Son una minoría que Morales convirtió en la mayoría, no en términos poblacionales sino en términos discursivos, de decisión y de identidad. Ante la ausencia de una identidad construida en lo nacional, que aglutine al regionalismo, a las diferentes estratos sociales, a los colectivos organizados de la sociedad civil, sectores económicos y gremios en general surge el discurse aglutinante del Pueblo.

Humilde, Sabio y Moralmente Superior pero sobre todo víctima de la desidia de un Estado que los utilizó como financiadores, carne de cañón y simples piezas en un esquema superior donde solo fungían al servicio de los verdaderos dueños del país. Esas oligarquías criminales que abusaban y mellaban la dignidad de los pueblos que no tenían otra opción que ocupar los puestos cedidos específicamente para ellos.

Ni las leyes, ni la justicia, ni las instituciones velaban por sus intereses ¿por qué debería importarles transgredir normas para garantizarse una opción de representación efectiva en los próximos comicios presidenciales?

Sus aspiraciones no terminan en la recuperación de su dignidad como colectivos sino intercambiar roles con las anteriores clases dominantes y asumir ellos las riendas del país, allá donde antes se les negaba el acceso y se los menospreciaba simplemente por no pertenecer, por considerarse fuera de lugar.

Morales no está del todo equivocado, se trata de una Bolivia Profunda, Profunda de Resentimientos, de Odio y Sed de Revancha, descolocada si es que en la ecuación no aparece el líder innato de los movimientos sociales, los colectivos que hablan fuerte y claro, queremos recuperar lo que es nuestro por derecho. Los verdaderos dueños del territorio, los que históricamente dieron pero jamás se les fue reconocido al punto de sacrificar su bienestar, su calidad de vida y sobre todo el futuro que esperan construir para sus futuras generaciones.

“Una Segunda Ola de Populismo”

El populismo entendido como un atajo para tomar el poder a partir de discursos evocando narrativas cargadas de medias verdades, la identificación de un enemigo en común y la división de la ciudadanía en bandos que hacen evidente la necesidad de alinearse ante un liderazgo genuino, abrazado por el pueblo dotado de la legitimidad suficiente para destruir incluso el marco legal siempre y cuando este sea fiel a la voluntad popular.

Se habla de Estado Mayor de Pueblo como un ente orgánico paralelo que no responde a territorios sino a sectores corporativos afines, en términos de objetivos, y no así bajo una identidad compartida, la boliviana. Este ente no delibera como una Asamblea Legislativa común, solamente comunica determinaciones que son encomendadas para que el caudillo lleve adelante en el campo político y social. El concepto de democracia es redefinido por la representatividad real de una Bolivia profunda desconectada de su representantes, una fractura al interior del Movimiento al Socialismo, termina por desprender al pueblo de su clase política migrando el Instrumento nuevamente al seno del caudillo alejado del poder político en lo profundo del Trópico de Cochabamba. Obligado por la circunstancias a retomar el poder por presión del verdadero pueblo, al frente los traidores usan el poder del Estado para arremeter contra su figura y todas las corporaciones sectoriales, sindicales aún fieles al viejo referente.

Es esa la narrativa donde la derecha, la oposición, los vende patrias son solo actores secundarios que buscan sacar provecho de la fractura para retomar para sí el Estado, y retroceder en toda la agenda popular. Ninguno procura atender la crisis, simplemente poner los últimos clavos en el ataúd del movimiento popular para voltear la página y volver a implantar la supremacia de las viejas oligarquías y logias que cortan los espacios para que el pueblo pueda formar parte de la construcción del país. A eso se redujo el otrora demonio “neoliberal” a un antagonista de segunda línea que utiliza el desconcierto de manera oportunista para retomar el poder y esta vez asegurarse de que el único caudillo capaz de plantar cara en el escenario electoral no oponga resistencia asediado por la campaña mediática de la desinformación, la persecución jurídica desde el Poder Judicial funcional al poder y finalmente la permanente amenaza contra su integridad física por parte de grupos irregulares, dependientes del Gobierno Nacional de su otrora compañero de lucha, Luis Arce Catacora.

Si todas esas fuerzas se encuentran orquestadas frente al último bastión de la lucha popular, tal parece que Evo Morales tiene una cita más con la historia de este país, dar un segundo aire al Estado Plurinacional, redirigiendo el modelo económico, eludiendo los tiempos de hambre y miseria para las familias bolivianas por un periodo de crecimiento y bonanza apoyados en los sectores corporativos populares fieles al movimiento popular.

Este es por lo menos una breve síntesis de las pedazos de discurso que tanto repiten algunos referentes del evismo, enalteciendo el liderazgo de Morales a partir del victimismo de este, una persecución basada en falsas acusaciones y no hechos comprobados ineludibles. Perseguido por el temor que representa a un Gobierno totalmente debilitado que fue atacado en su punto más vulnerable, la economía.

Capturar la crisis económica como discurso, el descontento generalizado por el incremento permanente del costo de la canasta familiar, la escasez de carburantes y el incremento acelerado de la pobreza es parte central de la mano siniestra de un político en decadencia, un caudillo jubilado y minimizado por sus propios adeptos hoy en la vereda del arcismo. El bloqueo, la violencia y la muerte son requisitos para el desorden, la convulsión y resquebrajar por completo el Estado de Derecho.

Morales el caudillo, un verdadero alquimista del desastre. Así como en 2003, este es el último intento por retomar el poder para bien. Un oportunista en la política nacional, un delincuente despiadado que baja el dedo cual Cesar decidiendo sobre la vida de los bolivianos.

“Una Deuda Pendiente”

En el marco del Bicentenario de la República, se presenta una oportunidad para reflexionar sobre las sombras hasta aquí vividas como país. Plantear la construcción de una identidad nacional reconociendo a las regiones que allá por 1825 decidieron conformar juntas el proyecto de nación. Es menester, abrazar desde los territorios la identidad pero también preguntarse si existe alguna motivación para seguir llamándose bolivianos. Las autonomías y la complementariedad de los opuestos es una alternativa para construir nuestra identidad nacional desde abajo, desde el municipio, desde el departamento y no insistir en la visión centralista que solamente a traído luto, rencillas y rencores entre pares a lo largo de la historia.

Sus hijos han ofrendado sus vidas en varios episodios de estos 200 años, solo es justo con su memoria plantear una reconciliación a partir de una identidad que aglutine la diversidad de sus ciudadanos bajo pilares institucionales fuertes, en la plena vigencia de las leyes y en el respeto ininterrumpido de la vida, la libertad y la propiedad de sus miembros. La Bolivia de los próximos 200 años no se construye sobre los restos de una historia manipulada e instrumentalizada, sino sobre nuevos acuerdos y pactos entre sus ciudadanos, convencidos de que el futuro con buen augurio puede ser posible si se parte del diálogo y no la imposición, la buena voluntad y no la revancha, desde la unidad básica el individuo y no así desde el colectivismo de las mayorías amorfas aquellas que solo se visibiliza de manera antojadiza por el caudillo de turno que detenta el poder.

Bolivia va más allá de un partido político, es más que la caricatura que venden las retóricas populistas, es un cúmulo de identidades regionales afincadas en territorios reales trazando sus propios rumbos apoyados en silencio por sus pares.

  • CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA
  • Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía
  • *NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21