Soberanía alimentaria y problema de la tierra

LUIS ANTEZANA

La soberanía alimentaria depende de dar solución al problema de la tierra.

Desde hace varios años, los medios de prensa dejaron de referirse a la situación de la agricultura, y se limitaron a hacer referencias a la reforma agraria y considerar que el problema de la tierra ya estaba resuelto y que el país había ingresado a una etapa de prosperidad en cuanto a la producción de alimentos. Se llegó al extremo de decir que la soberanía alimentaria ya era un éxito, que el pueblo podía vivir en tranquilidad y las amas de casa podrían llenar la canasta familiar con poco dinero.

Pero la realidad resultó diferente. La producción agrícola se derrumbó y los mercados de venta de alimentos empezaron a quedar desabastecidos, subieron los precios y la escasez aumentaba. Por otro lado, el consumo de alimentos creció en más de mil por ciento por el aumento de la población y las necesidades de algunas pequeñas industrias agropecuarias.

La producción agropecuaria se redujo más por las medidas agrarias del gobierno, en particular a través de la Carta constitucional, lo que agravó los problemas de la migración campo-ciudad y por la erradicación de grandes cultivos de productos alimenticios en los Yungas de La Paz y el Chapare, para ser sustituidos con producción de coca. Unas 500 mil hectáreas de tierras cultivables fueron abandonadas y se convirtieron en eriales y arenales.

Ese proceso se hizo incontenible y afectó en forma creciente a la población. Ante esa realidad, diversos gobiernos adoptaron algunas medidas para resolver la cuestión, pero todas las disposiciones técnicas y financieras nada arreglaron y la crisis agraria siguió su marcha en forma incontenible.

Naturalmente, frente a esa crisis algunas autoridades buscaron soluciones, pero al no encontrar ninguna que sea efectiva y al ver que la escasez crecía, se dedicaron a importar alimentos, ejemplo que fue seguido por firmas importadoras, que también empezaron a traer gran cantidad de productos. La única producción que creció fue la de coca.

Las autoridades también encontraron una solución salvadora que consistió en favorecer el contrabando desde países vecinos, como forma de paliar la falta de alimentos y llenar los mercados y la canasta familiar, única medida que dio frutos favorables y evitó el hambre y llenó los mercados de consumo, aunque con productos de baja calidad y alto precio. Entre tanto, los agricultores indígenas quedaron sin mercados de consumo, pues los consumidores se inclinaron por los productos importados.

Sin embargo, en meses recientes, al parecer a raíz de las campañas de prensa, las autoridades han abierto los ojos y han empezado hacer esfuerzos para solucionar esa grave situación económica, y han anunciado una serie de medidas técnicas, ayudas financieras, programas de apoyo, etc. El Ministro de Tierras, por ejemplo, asistió a un Congreso indígena en Caracollo y anunció que tenía 2.500 millones de bolivianos para los pequeños productores para los hermanos campesinos y agregó que tenía un programa con 25 millones de dólares para comunidades que se encuentran en total abandono.

En esa forma, el gobierno trata de mejorar la situación de los hermanos indígenas y resolver el problema de la alimentación. Esa serie de disposiciones, sin embargo, no tendrán efecto positivo, pues la solución del problema –y se reforme o cambie la Constitución– no está solo en repartir dinero. Se debe subrayar que mientras no se solucione el gravísimo problema de la tierra, esas medidas anunciadas no tendrán buen resultado. Y, en general, todo será otro fracaso y echar agua en la arena.

LUIS ANTEZANA ERGUETA

Escritor e Historiador

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21