Santa Cruz y la política de la genitalidad

JUAN JOSÉ AYAVIRI

“El presidente Arce es un cobarde porque no llega a Santa Cruz en persona a dialogar”, vociferaba durante uno de tantos recientes cabildos el gobernador cruceño Luis Fernando Camacho, curiosamente, días antes de anunciar él mismo que no asistiría a la cumbre de universidades, alcaldes y gobernadores convocada por el gobierno en Cochabamba para zanjar la controversia por la fecha para el Censo Nacional de Población y Vivienda.

Sin embargo, su evocación a la genitalidad como artefacto verbal no fue casual, pues es un patrón de largo término en la construcción de la narrativa política cruceña. Para las elites tradicionales cruceñas la política es una cuestión de virilidad, de ser machos, y de celebrar esa masculinidad en rituales políticos de inmolación; los despliegues públicos de osadía y arrojo son su parámetro de competencia política y es precisamente este rasgo discursivo genitalizante lo que le permite al sociólogo rastrear el curso de la influencia cívica hasta sus últimas réplicas.

Así, en horas previas a la Cumbre por el Censo en Cochabamba, una activista desplegó en frente de la alcaldía una puesta en escena con todos los ingredientes para hacerse viral, increpando al alcalde por no haberse sumado a la postura de la dirigencia cívico-empresarial de Santa Cruz de demandar el cambio de la fecha del Censo impuesta por el gobierno. Un cinturón y huevos fue el mensaje icónico y “amarrarse los pantalones” y “tenerlos (huevos) bien puestos”, decía la activista “a nombre de todos los cochabambinos que lo eligieron”.

Mucha pasión, pero poca precisión pues la composición social del electorado que le dio la mayoría absoluta a Reyes Villa se concentra en sectores populares, desmarcados del masismo evista, con muy poca empatía por la agenda del Comité Pro Santa Cruz y con gran apego a la actitud de Reyes Villa de ceñirse a sus competencias y no exceder su mandato de alcalde en alardes de virilidad.

La minoría que se alinea activamente con la consigna cruceña y se moviliza para presionar a sus instituciones no lo hace por convicción, se la puede identificar por nombre y corresponde a esa clientela política local de Oscar Ortiz, y que secundó el decenio de Demócratas en Cochabamba y el gobierno fugaz de Añez y Murillo, y que ahora deambula desempleada y periférica a la escena local, lo cual debe resultarles angustiante cuando se acercan nuevas elecciones.

La actitud reticente del actual alcalde a enganchar su administración como furgón de cola de la dirigencia cruceña le resulta incomprensible a esa derecha residual local que la pasada década se acostumbró a ver a oposición orbitar como satélite de la gobernación de Santa Cruz, aunque la postura de Reyes Villa tenga una razón de largo plazo muy válida que se justifica en la desastrosa campaña autonómica de la década pasada, liquidada por los errores y la falta de integridad de la gobernación cruceña y sus sectores empresariales.

Los prefectos Manfred, Pepelucho Paredes y Leopoldo Fernández fueron traicionados y perdieron sus mandatos por confiar en el liderazgo de unas elites cruceñas que pactaron su solución particular a la crisis política más importante durante la administración de Morales secundando un revocatorio inconstitucional que iba a tumbar a las primeras autoridades departamentales electas en La Paz, Cochabamba y Pando, provocando el desbande del movimiento autonómico y la cacería de la misma dirigencia cívica cruceña que sus elites dejaron pasar indolentes y sin inmutarse.

Por toda respuesta a ese dato histórico sobre su deficiencia para constituirse en un liderazgo nacional que inspire a Reyes Villa a sumárseles, las elites cruceñas pretenden reducir el parámetro de validez de las decisiones políticas a un concurso de longitud genital.

“El león ruge en los cabildos”, “se debe seguir al más macho”, “la política es cuestión de huevos”, “el que no salta es un cobarde”, es la inalterable escala de valores de retórica cruceña desde hace veinte años, marcado el continuum de Costas a Camacho.

Lo interesante hubiera sido que el gobernador Camacho nos hubiera demostrado durante todo este tiempo como su ritualidad genital funciona para sus electores que lo eligieron para proveerles soluciones económicas y calidad de vida; o al menos que él hubiera aceptado la convocatoria del gobierno para que todos pudiéramos evidenciar la generosa masculinidad de la que la naturaleza los ha dotado para compensarlos por otras deficiencias evidentes.

JUAN JOSÉ AYAVIRI

Sociólogo y Municipalista

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21