Parlamento acrítico e ilegítimo

IGNACIO VERA DE RADA

Estamos viviendo el peor momento de la historia del Parlamento boliviano, no solamente por la fruslería y la escasez de ideas que campean en Senadores y Diputados, sino —y sobre todo yo diría— por el divorcio que existe entre las necesidades y demandas de la ciudadanía, por un lado, y los intereses de toda la grey de políticos que hoy trabajan en el Órgano Legislativo como representantes nacionales, por otro.

Los tres partidos políticos que tienen representación parlamentaria no fueron canales de las aspiraciones ciudadanas. Los asambleístas, al haber sido elegidos por los rostros de sus candidatos a presidente y no por sus propias trayectorias o propuestas, carecen de legitimidad y no representan a la mayoría de la población. Recibieron un voto aparente, ficticio. A eso, hay que añadir que el MAS es un conglomerado de corporaciones en las que la meritocracia y la ética no valen para la elección de sus candidatos; una organización en plena fisura y cada vez más corrompida. Por otro lado, los dos partidos políticos de oposición son ensayos circunstanciales y pasajeros que, hoy por hoy, no tienen ni espíritu ni norte. Y ninguno de los tres defiende una ideología seria o un proyecto de país.

El debate de ideas en el Parlamento fue casi nulo desde 2006, pero desde 2020 la situación empeoró mucho más. Los diez dedos de las manos pueden ser suficientes para contar a los asambleístas dueños de una personalidad madura y un espíritu crítico. En la gran mayoría no hay ni formación política ni conocimientos especializados en algún campo de los asuntos públicos como la economía, el derecho, las ciencias políticas o las relaciones internacionales.

Dos sátiras de la vida real pueden probar la situación triste que pinto: 1) un diputado que usa su silla congresal para cantar a capela una balada durante varios segundos y 2) una diputada que anuncia un juicio penal contra su colega por haber dicho éste que el acullico apesta.

A todo esto, y matizando la actitud de la tal diputada, puede mencionarse una particularidad que, si bien no es exclusiva de los parlamentarios ni de los políticos en general sino de la sociedad boliviana en su conjunto, hoy es característica palmaria de los políticos: la aversión a la crítica, la sana rectificación, la disidencia o simplemente a la verdad. Esa actitud, herencia de los pueblos prehispánicos intensificada en la colonia y fomentada en las aulas de antaño de San Francisco Xavier, prevalece en casi toda la clase política boliviana. Quienes tienen la dicha de no padecerla son quienes poseen un espíritu liberal y abierto a la crítica.

No creo que las cosas vayan a cambiar gran cosa para las elecciones generales de 2025, pero espero que esta experiencia triste que estamos viviendo en el Parlamento sirva para que quienes deciden y hacen las listas de candidatos se guíen, ahora sí, por favor, por la capacidad propositiva y la creatividad política de los aspirantes y no por cuotas identitarias ni de género ni por las amistades de la red de amigos. El país necesita un cambio gradual pero firme hacia la meritocracia y la responsabilidad. Por lo que se puede ver en el Parlamento (el cual, si está bien elegido, es la radiografía de todo un pueblo, o, si está mal elegido, como es el caso del Parlamento boliviano, es la radiografía solamente de los partidos políticos), las tres tiendas políticas que lo integran están dañadas por algún vicio crónico e incurable y ya no son conductos de representación política de la sociedad boliviana.

Estoy seguro de que luego de 2025 muchos de los legisladores actuales pasarán a la vida privada sin pena ni gloria porque se habrán dado cuenta de que ser políticos no era lo suyo. (En este sentido, puedo decir que el fenómeno 21F, a partir del cual emergieron políticos desde el activismo ciudadano, fue muy malo. El 21F, más allá de lo que significa para la democracia, hizo creer a muchos agitadores que estaban listos para ejercer de políticos). Para muchos de ellos, habrá sido este Parlamento su debut y su despido. Y qué bien, pues de una vez debe entenderse que la política es un arte y una ciencia para quienes pueden ejercerla y crearla. No una selva de aventureros.

IGNACIO VERA DE RADA

Politólogo y docente universitario

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21