La faena en la Asamblea Legislativa

IGNACIO VERA

Durante el tiempo que trabajé en la Cámara de Diputados noté muchas cosas con las que ahora puedo hacer sociología política. Una de ellas fue que la faena allí dentro es aburridísima y monótona: carteos, tramitología innecesaria, material de escritorio que se gasta en cantidades industriales, chismes en los pasillos, sellos y grapas por aquí y allá y muy poco debate, por no decir ninguno. Un trabajo que, en definitiva, no envidiaría nadie con instinto creativo, propositivo o inventivo. El poco debate que hay gira en torno a asuntos intrascendentes como la cesión de terrenos a título oneroso, condecoraciones a personajes de poca relevancia cultural o histórica o la adjudicación de algún predio para la construcción de alguna obra sin ninguna importancia para la transformación del país en su conjunto. Nada de temas estructurales: la educación, la economía, la política exterior, la salud, son asuntos desconocidos por nuestros representantes nacionales…

Como ciudadano de a pie y escritor, noto en la mayor parte de los asambleístas tres cosas: 1) frustración, 2) flojera y 3) falta de formación política e intelectual, como hace poco lo advirtió el jurista Williams Bascopé. Frustración en aquellos que tienen la capacidad de aportar con algo y sin embargo no pueden por la mediocridad ambiente. Flojera en la gran mayoría, pues, por lo que se ve en redes sociales, casi siempre están en sus regiones trabajando desde Zoom y pocas veces sesionando cara a cara en el hemiciclo. Y, finalmente, falta de formación política e intelectual en casi todos (hay unas tres o cuatro notables excepciones en toda la Asamblea Legislativa), pues dudo que alguien de este Parlamento pueda presentar un Proyecto de Ley que transforme alguna arista fundamental de la anquilosada estructura del país. Esas tres características hacen que el Parlamento de hoy sea uno de los peores de nuestra historia republicana —si no el peor—.

Cada tribuno gana por mes más de 22 mil bolivianos, un monto que, para cualquier persona de clase baja o media, es muy alto. A ese salario se añaden un asesor personal que gestiona sus viajes y su agenda, boletos de avión para que vaya a su casa y regrese todas las semanas, refrigerios en la hora del almuerzo y el té y, en algunos casos, un chofer personal. Ahora bien, todas esas facilidades no me parecerían exorbitantes si se tuviera a cambio un trabajo de notable calidad. Lo evidente, empero, es que el trabajo parlamentario es desastroso desde todos los puntos de vista, no muy distinto al que evidenció hace poco María Galindo en la Defensoría del Pueblo haciendo su “radio documental”: oficinas vacías o cerradas, silencio total…

Algo que quiero recordar es que los asesores (cada legislador tiene uno a su disposición) no asesoran, y lo digo como testigo ocular. Más bien hacen trabajos de ujier o mayordomo (algunos de ellos muy indignos): comprar salteñas, cargar maletas, revisar la tinta de las impresoras o mover muebles en la oficina. Esa labor, por muy necesaria que sea, no justifica más de 7 mil bolivianos mensuales que les son pagados… Y de seguro que si se suprimiera ese superfluo puesto de trabajo el país ahorraría algunos millones de bolivianos anualmente, con los cuales se podría construir un hospital o una carretera de alto tráfico. Si legendarios tribunos como Franz Tamayo, Quiroga Santa Cruz o Guillermo Bedregal pudieron debatir con tan alta dignidad y solvencia y apañárselas al mismo tiempo con sus gestiones personales, no pienso que los pobres diablos de hoy no puedan gestionar ellos mismos sus pasajes de avión, programar sus agendas y mover sus maletas de un lado a otro… Todo esto lo señalé con detalle en un artículo extenso que publiqué en el suplemento Ideas de Página Siete el 15 de agosto de 2021, titulado “Parásitos del presupuesto”.

Lo lamentable es que para la próxima gestión no creo que la realidad vaya a cambiar mucho porque 1) los buenos elementos humanos (profesionales éticos, académicos, empresarios), que mañana podrían desempeñarse como servidores públicos y ejecutar un cambio en la labor legislativa, no tienen ahora intención de ingresar en el barrizal que es la política (es más: muchos están migrando al exterior) y 2) porque la cultura política —caudillista, populista y nada liberal— sencillamente no los dejaría ingresar ni desenvolverse.

IGNACIO VERA DE RADA 

Politólogo y docente universitario

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de Visor21.