La crisis que le deja el socialismo al nuevo presidente de Bolivia

Nada bueno dejará el socialismo que ha gobernado en Bolivia durante casi dos décadas al nuevo presidente del país, que será electo en la segunda vuelta, este 19 de octubre. Lo único seguro que tienen los candidatos Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), y Jorge ‘Tuto’ Quiroga de Alianza Libre, es que la nación tiene tres crisis encima: una inflación que ya alcanzó en septiembre  23 % interanual conjugada con un alto déficit fiscal y una deuda creciente; el bajo dinamismo productivo que decanta en una escasa inversión extranjera y, por último, una población afectada no solo por la pobreza sino por el desempleo.

Esa es la herencia que deja el gobierno de Luis Arce a su reemplazo. Para el economista Luis Fernando Romero, estas crisis equivalen a un «dragón de tres cabezas» que amenaza con la alta probabilidad de una recesión económica en los próximos tres años, así lo plantea en un reporte de El Diario.

El camino para evitar caer en ese escario será la búsqueda de financiamiento externo, considerando que en el primer año del próximo Ejecutivo se requerirán alrededor de 3.000 millones de dólares para la importación de diésel y gasolina, pagar la deuda externa y cumplir otras obligaciones que se deriven de operaciones anteriores, como las que se han comprometido con las reservas de oro.

Ninguno tiene condiciones para maniobrar de otra forma, frente al panorama que se avecina. Ello significaría profundizar el caos que ha traído la falta de carburantes, que ya generaría mayor presión inflacionaria y menos actividades económicas debido a las restricciones para movilizar las cargas industriales y agrarias del país.

Déficit con sello socialista

Este déficit en Bolivia, el cual roza el 11 % del PIB este año, tiene un largo historial y fue financiado con deuda y emisión monetaria. La deuda pública, en tanto, se estima en torno al 90 % del PIB, impulsada por la necesidad de cubrir gasto estatal, importaciones de combustibles y pagos externos.

A lo anterior se suma la pérdida del poder adquisitivo que supera el 50 % en un año y una tasa oficial de desempleo urbano de 3,1% (al segundo de trimestre de 2025) mientras que la la informalidad laboral llega al 80 %, con crecimiento del subempleo y la precariedad salarial. El caso de la pobreza es atroz. Afecta al 40,1 % de la población y el 70 % tiene necesidades básicas insatisfechas.

El estado de la economía de Bolivia es crítico. El país atraviesa una desaceleración marcada luego de crecer solo 0,73 % el año pasado, resultado que llevó al Banco Mundial a reajustar sus proyecciones con la estimación de una recesión económica tras concluir que los indicadores apuntan a un decrecimiento del PIB real del -0,5 %, -1,1 % y del -1,5 % desde el 2025 al 2027.

Si bien el ente internacional ya dibujó el panorama, el Instituto Nacional de Estadística de Bolivia sigue sin publicar el reporte del crecimiento económico. Ni siquiera el del primer trimestre de 2025 es de conocimiento público.

«Con seguridad no es una cifra alentadora. Los nuevos gobernantes agarrarán un hierro caliente, en una coyuntura de crisis y bajos recursos», advierte Romero. Sin embargo, las esperanzas se ciernen sobre las posibilidades de cambio.

  • ///FUENTE: PANAM POST///