La crisis económica en Bolivia, ha vuelto a poner el shock en el debate público. Los operadores mediáticos y opinadores tarifados del Socialismo del Siglo XXI venden las políticas de shock como si se tratasen de un monstruo. Frases como: «favorece a los ricos», «nos dejaron sin derechos» o «nos van a matar de hambre», llenan las redes sociales y los medios de comunicación.
En honor a la verdad, la estrategia de satanización tuvo éxito, puesto que todos los planes económicos evitan hablar de shock. En su lugar, prefieren ir por el riesgoso y poco eficiente camino del gradualismo.
Acá viene bien una interrogante, ¿qué es el shock?
Para responder la pregunta es necesario dejar en claro un concepto anterior: la libertad.
En su genial libro: Los fundamentos de la libertad, Friedrich Hayek explica que la libertad es la ausencia de coerción. Es decir, los hombres somos libres cuando nadie nos impide elegir nuestro modo de vida. Obviamente, nuestras elecciones no deben afectar los mismos derechos de terceros, por ejemplo, no puedo invadir propiedad ajena o tomar, por la fuerza, los bienes de mi vecino. La política es la preservación de ese orden social, pues el Estado tiene como su principal función salvaguardar la vida, la propiedad y la libertad de los ciudadanos.
Que el Estado tenga el monopolio de la coerción genera otro peligro: que la entidad destinada proteger la libertad de los ciudadanos, se convierta en su principal verdugo. Es por eso, que pensadores como Karl Loewenstein, uno de los más grandes teóricos del constitucionalismo moderno, advirtieron que sin marcos constitucionales e institucionales los Estados pasarían de ser guardianes de la libertad a secuestradores de la misma. De ahí, su insistencia de diseñar mecanismos en las constituciones que protejan, principalmente, a los hombres de sus gobiernos.
Sin embargo, los últimos veinte años, el Movimiento Al Socialismo, emulando el estilo dictatorial cubano, diseñó un modelo que concentraba todo en manos del caudillo. Las libertades políticas, económicas, educativas, religiosas y un largo etcétera fueron cortadas mediante impuestos, regulaciones y mucha burocracia. El mecanismo usado para asaltar nuestra libertad fue la asamblea constituyente y el reglamento dictatorial nacido ahí. Al respecto, Gustavo Coronel, en su artículo: La nueva constitución boliviana, sentencia:
- La nueva constitución de Bolivia es un documento de una triste hermosura, una especie de curiosidad antropológica en el Siglo XXI. Representa un explicable intento de restituir a la población indígena los derechos y presencia en la vida del país que se le habían quitado o escamoteado durante años de turbulenta historia. En general, sin embargo, sus redactores han hecho oscilar el péndulo con tanto vigor que han llevado el documento al otro extremo, a ser casi racista, excluyente y discriminatorio contra importantes sectores de la población diferentes a la población indígena. Este documento, con sus innegables buenas intenciones, parece consagrar la naturaleza tribal, federativa, de una nación que no termina de encontrar una sólida identidad colectiva.
Creo que ahora queda claro que Bolivia fue un experimento del castrochavismo para expandir su modelo dictatorial. Entonces, si la dictadura secuestró nuestras libertades, el shock, más allá de los tecnicismos económicos, es devolverle al ciudadano esas libertades. Se trata que para emprender no tengamos encima del cuello la bota de la burocracia, menos la voracidad fiscal del sistema. El gradualismo está destinado al fracaso por dos razones: 1) asume que hay que terminar con el secuestro de a poco, y 2) requiere mucha plata, que el país no tiene.
- HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
- ECONOMISTA, MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA
- *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21


