JORGE ESPAÑA

La crisis ideológica del actual sistema político es consecuencia de una evidente ausencia de contenido desde que el último intelectual del MAS, Filemón Escobar, se desmarcó de sus filas y empezó a insultar a Evo Morales; con adjetivos calificativos de grueso calibre, propios del folklórico escenario en el que siempre se desarrolla la política boliviana. Y más aún desde que la intelligentsia indigenista que aportaba teóricamente, Álvaro García Linera, fue apartado del eje del poder.

Si el masismo alguna vez tuvo alguna producción intelectual, hoy, no le queda nada más que la consigna, la diatriba y el lenguaje amenazante, el cerco, el bloqueo, la piedra y el insulto. Principalmente desde que la polarización se llevó al seno mismo del propio régimen establecido. Y por el cual tenemos todos que vivir con un Leviatán de dos cabezas, configurando un escenario donde todo el Estado está enfermo de muerte por elefantiasis; donde lo político electoralista está por encima de lo económico y donde hay una división exacerbada hasta la médula.

Una de las cabezas de este monstruo, busca disparar el fuego de su discurso, tratando vanamente de avivar el espíritu, pero sin éxito. Porque no despierta pasiones, de la misma forma que la otra cabeza, otrora enardecía multitudes, denunciando a la oligarquía que se jugaba al “pasanaku” con el poder, cuando denunciaba a “la Embajada” y a la DEA, de perseguir “al pueblo” para arrinconarlo contra las esquinas del colonialismo, mostrando un halo mandelista, que despertaba el descontento de gran parte de la clase media contra el poder tradicional, allá por el año 2005, con una votación arrasante por más de una elección consecutiva. Y quien otrora, podía incluso darse el lujo de hablar sandez y media en sus discursos, recibiendo carcajadas nerviosas de su entorno palaciego y aplausos por como en el cuento del Rey desnudo.

Esto se exacerba más aún, porque además de la pobreza del análisis intelectual, de un discurso en extinción, la primera cabeza del Leviatán con rasgos fisionómicos castizos y el apellido más vasco que la pelota de mano (k´ajcha), desde su atril de insoladas e interminables “horas cívicas” a las que se convoca al sector público, busca inútilmente reverberar en el alma de todos, tratando de traer al recuerdo, pero al mismo tiempo queriendo hacer que se olvide al mesiánico caudillo, es decir, a la otra cabeza.

Pero pasa lo contrario, no despierta siquiera una mueca, ni una lágrima por el bostezo cansino y que como consecuencia de una monótona forma de leerle datos “al pueblo”, incomprobables y falsables por esencia; encubre una completa evidente falta de producción intelectual, de construcción de alguna ideología política que requiere de tiempo y eso es lo que menos le está quedando.

Y como no puede ser de otra manera, el conocimiento y el debate termina reduciéndose a un mercadillo persa donde hay que definir: “cuantos votos puedes traer para el partido, hermano militante, para ofrecerte este puestito en el gobierno, o cuánto será tu contribución para la campaña, para venderte la diputación o la senaduría”. O para afuera de la cúpula interesará más: cuándo será la siguiente marcha de tickets con sello, el siguiente congreso eleccionario que ahora sí será legítimo, el cierre de campaña amenizado por el grupo musical de moda y rociado generosamente con cerveza o finalmente el cerco al TSE, para obligarlos a habilitar candidatos, “quieran o no quieran; si quieren a malas, si quieren a buenas también pues”, parafraseando a un personaje fascista de la fauna política boliviana en pleno siglo XXI.

Estamos entonces presenciando como testigos de piedra, la decadencia intelectual de la trifecta: Partido-Gobierno-Estado. De una suerte de letargo donde se vació de contenido todo un programa de gobierno, para convertirse en una fábrica de chocolates, donde en lugar del endulzado sabor del cacao, se ofrecen empleos públicos a todos los militantes. Donde se ofrecen privilegios para un sector de no pagar impuestos, se ofrece una forma de vida de subsidios y subvenciones. Pero lo que nunca se muestra en la trastienda, es que esto es a un costo económico que crece cada día como un tumor. Porque el gasto público y la deuda interna, se pagan echando mano del bolsillo de alguien más. Primero, del erario público y de la venta de hidrocarburos. Luego, de los fondos privados, finalmente de los bolsillos de todo trabajador asalariado del sector privado, del pequeño empresario, del productor agropecuario y finalmente de todos. De todos, menos de la clase política, claro está.

Entonces, tal como en la plaza Hernando Siles se yergue una copia de un monolito, ahora hay un modelo de Estado como una estructura monolítica bicéfala – no menos copia que el primer monolito -, pero que se levanta en Plaza Murillo.

Esta estructura, no está hecha ni tiene oro coronando la cabeza que gobierna, porque en las bóvedas del BCB, a decir de las malas lenguas ya no hay del metal áureo ni siquiera para hacer un anillo de promoción. Sino por el contrario en una suerte de alquimia a la inversa, hay plomo, en una cabeza jibara. Viene además, con un torso hecho de bronce y una enorme panza distendida que se hincha cada día que pasa. Pero no termina ahí, esta última parte se mezcla con unos pies hechos de limo y de barro; valga la licencia poética para que el lector quiera recordar los escritos bíblicos y a Platón, que con su antropomorfismo estatal en “La República”, hizo ya esta misma descripción caricaturesca.

Es decir, ya no quedó más ideología en ninguna de las dos cabezas del Leviatán; fueron vaciadas de contenido para solamente reducirse al prebendalismo, al clientelismo y a un Partido-Gobierno-Estado que aún se sostiene providencialmente, pero que está haciendo grietas por su enorme propio peso, por el enorme apetito que se despierta por “el pueblo”, y por el deseo subyacente de esta o por aquella otra cabeza de poder. No hay necesidad de oposición, todo colapsará por su propio peso.

JORGE ESPAÑA LARREA
Abogado, Sociólogo
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21