El Banco Central de Bolivia (BCB) ha incumplido su mandato constitucional de mantener la estabilidad del poder adquisitivo del boliviano (Bs), al permitir que su poder adquisitivo se depreciara más de 140% desde 2009. Agrava la situación económica, la información poco transparente del BCB y su dependencia del poder Ejecutivo.
Esto hace que el debate actual sobre un BCB independiente y un tipo de cambio libre sea decisivo y urgente.
En países con economías viables, el Realineamiento de Expectativas Monetarias (REM) es fundamental en la macroeconomía y la política monetaria. Es un proceso iterativo por el cual el banco central, independiente del poder político, influye y modifica las previsiones de los agentes económicos sobre la inflación y futuras acciones de política monetaria para anclarlas a su objetivo oficial de mantener el poder adquisitivo de la moneda.
En Bolivia, en este clima de incertidumbre política y económica, el REM es inexistente y los agentes económicos dependen peligrosamente de señales políticas para tomar decisiones en momentos que, en sus respectivas campañas, ambos candidatos presidenciales coinciden en la necesidad de un BCB independiente.
Según el analista Jaime Dunn, los planes económicos de ambos candidatos también comparten dos medidas drásticas: un recorte fiscal del 3% al 5% del PIB y una devaluación del Boliviano a un rango de Bs10 a Bs12 por dólar.
Sin embargo, Dunn advierte que este ajuste provocaría una recesión económica del 3% al 5% y una inflación anual inicial cercana al 30%. Por ello, retó a los candidatos a explicar la magnitud del sacrificio que estas políticas exigirían a la población.
Es una respuesta que probablemente no llegará porque los candidatos desconocen el impacto real de sus posibles medidas o porque admitirlo, sería políticamente perjudicial antes de las elecciones.
Vivimos tiempos anómalos. Ante un BCB carente de profesionalismo y credibilidad, empresas y ciudadanos se ven forzados a buscar orientación en los políticos para poder tomar sus decisiones económicas.
Esta dependencia en la política es una anomalía que introduce un enorme riesgo en todo el sistema. Se basa en la doble y frágil suposición de que los políticos no solo cumplirán sus promesas, sino que, de cumplirlas, también sabrán cómo ejecutarlas correctamente.
Para entender este peligro, hay que mirar a Argentina. Su experiencia reciente demuestra el fracaso absoluto de depender de la voluntad política. Un pacto de gobernabilidad inicial puede desvanecerse rápidamente si la mala-praxis política revela las fallas del plan económico, destruyendo su legitimidad y el apoyo político.
En la Argentina de Milei, las pequeñas devaluaciones mensuales preprogramadas, el blanqueo de fondos para sacar dólares del colchón al sistema financiero, la posterior liberación de cambios solo para personas naturales, el préstamo del Fondo Monetario Internacional, las bandas máximas y mínimas, el retiro de millones de pesos del sistema por el banco central para aliviar la demanda de dólares pagando hasta 60% por encima de la inflación, etc., no han funcionado. Todo ello, a pesar de tener ingresos extraordinarios por la exportación de gas a Brasil y una cosecha récord en 2025, que inyectaron miles de millones de dólares al mercado.
Ahora, el plan económico argentino depende casi exclusivamente de la buena voluntad del Tesoro norteamericano que ha ingresado al mercado de cambios argentino vendiendo dólares y comprando pesos apoyando así a Milei de otra crisis cambiaria argentina.
En Bolivia en el entorno actual, para enviar una señal de reforma creíble y fundamental, el nuevo gobierno debe actuar de inmediato. La primera medida debería ser independizar al BCB, tal como se ha prometido. A su vez, la nueva directiva del BCB debe dejar claro que, para mantener esa independencia, actuará como un participante más en el mercado y que no impondrá un precio al Boliviano. En resumen: debe liberar totalmente del tipo de cambio.
Medidas intermedias como revivir el «bolsín» del BCB, una herramienta de los 80s que, si bien funcionó en su momento, es obsoleta en el contexto actual, suma riesgo a la delicada labor de reconstruir la economía. Su insistencia en soluciones del pasado, ignorando las diferencias radicales con el presente, parece un ejemplo del «eterno retorno» que mencionaba Nietzsche.
Dejar la política monetaria en manos de políticos es una garantía de fracaso. La experiencia argentina es la prueba: el problema no es quién gobierna, sino las limitaciones estructurales del poder político. La solución, por tanto, no es revivir herramientas del pasado, sino un Banco Central de Bolivia verdaderamente independiente que libere una de las variables critica de la política económica: el tipo de cambio. Solo devolviéndole el protagonismo al mercado se podrá romper el ciclo de intervencionismo y construir un futuro monetario estable, basado en la libertad y no en frágiles promesas políticas.
- JOSÉ LUIS CONTRERAS C.
- ECONOMISTA.
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