El agio como crimen sin víctimas

LUIS CHRISTIAN RIVAS

Según el Diccionario de la Real Academia Española: el agio es el beneficio en el cambio de moneda, ¿si toda persona sensata busca realizar acciones para su propio beneficio?, ¿cómo el agio puede terminar siendo un crimen?

Vamos a intentar comprender, brevemente, porque se criminaliza el agiotaje, utilizando la tipificación en la normativa penal, que nos indica que comete agio quien procura alzar o bajar el precio de las mercancías, salarios o valores negociables en el mercado o en la bolsa, mediante noticias falsas, negociaciones fingidas o cualquier artificio fraudulento, de la misma forma comete agio, quien oculta mercancías provocando artificialmente la elevación de los precios. Atentando este delito contra la economía nacional, industria y comercio.

Pero no existe tal cosa como la economía nacional, la economía desde la concepción de la Escuela Austriaca de Economía es microeconómica, individual, el bienestar de la “economía nacional” es la suma de prosperidad individual dentro de un territorio, siendo el Estado tan sólo un conjunto de gobernantes, sin necesidad de sumar a los gobernados, entonces, no existe crimen contra un constructo metafísico, los delitos deben identificar a las victimas concretas, con nombre y apellido y no así a nociones metafísicas, como ser: “economía nacional”, “Estado”; por lo tanto, podemos clasificar al agio dentro de los “delitos sin víctimas”.

Algunos lectores, deben estar pensando que en el caso de un librecambista que sube el precio de la moneda, su víctima concreta es la persona que solicita moneda extranjera, nada más falso y abusivo, cómo en cualquier mercado, estos intercambios son libres y voluntarios, aceptas la oferta o la rechazas y vas a otro lugar a buscar la cosa a menor precio. Pero estos pequeños capitalistas son perseguidos porque lucran, palabra que produce celos y envidia en la mentalidad socialista, personas que nunca encarcelarían al sindicalista que comete agio con la intención de alzar el precio de su salario, por ejemplo. Además, no sube la moneda extranjera, lo que baja es la moneda nacional, devaluación se llama.

Desde que Adam Smith nos dijo: “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero por lo que contamos con alimentos, sino por sus propios intereses. No apelamos a su humanidad sino a su amor propio y nunca les hablamos de nuestras propias necesidades sino de sus ventajas”, comprendemos que todos buscan sus propios intereses, eso está bien, porque de esa manera cooperamos de forma libre y voluntaria en el comercio.

Pero, el agio suele ser perseguido cuando los gobernantes no pueden ocultar la crisis económica provocada por ellos mismos, encontrando al chivo expiatorio en ciudadanos comunes que son detenidos mientras políticos que robaron millones pasean en la impunidad.

El capital que puede tener un librecambista es fruto de su trabajo diario frente al sol y las inclemencias del tiempo, ese trabajo invertido en su vida y que constituye legítimamente propiedad privada, como nos diría John Locke, esa propiedad privada debe ser respetada en cualquier sociedad que se precie de tener Estado de Derecho.

Insistirá el estatista: “agio se produce mediante noticias falsas, negociaciones fingidas o cualquier artificio fraudulento”, las noticias económicas oficiales del Banco Central y el Ministerio de Economía son verdaderas para los burócratas, las demás son falsas, aunque ni siquiera exista información, ni datos; la opinión contraria es falsa y fraudulenta, como vemos, ya nos movemos en el campo de la subjetividad, no podemos pensar distinto, porque ni siquiera los gobernantes pueden tener conocimiento e información económica precisa, por ser el mercado una institución de orden espontaneo, por lo mismo caótico, toda información que se tenga queda inmediatamente invalida por la dinámica y la acción humana.

Entonces, al que llamamos especulador es un héroe en una sociedad capitalista, porque compra barato y vende caro, como cualquier comerciante, nos entrega el valor o mercancía en un momento de necesidad, si existe la oferta de precio es porque existe demanda, el precio se autorregula, el especulador es la hormiga que trabaja y acumula en épocas de bonanza pensando en el invierno.

LUIS CHRISTIAN RIVAS SALAZAR

Abogado y representante del Instituto Libertad, Capitalismo y Empresa – ILCE

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21