Años perdidos después de la Revolución de 1952

La Revolución Nacional de abril de 1952 marcó el punto de quiebre más importante del Siglo XX boliviano. Liderada por el MNR e impulsada por una insurrección popular en La Paz, derrocó el viejo régimen colonial-feudal y estableció un Estado nacional-democrático. Se instauró el voto universal, fueron nacionalizadas las minas de los “barones del estaño” y se promovió una reforma agraria. Estas medidas ofrecieron un nuevo horizonte económico y social para Bolivia.

Sin embargo, la revolución fue rápidamente saboteada por sectores tradicionales que se reorganizaron con el apoyo de intereses económicos afectados. A pesar de intentos de golpes y motines fallidos, el proceso fue debilitado desde adentro por las divisiones del propio MNR, entre comunistas, nostálgicos del pasado y oportunistas. La oposición creció tanto desde la izquierda como desde la derecha, coincidiendo en su afán de frenar el avance revolucionario. La revolución comenzó a hacer aguas al no cumplir las promesas sociales, mientras la economía sufría por la caída de precios del estaño y el fracaso de la reforma agraria.

El gobierno de Hernán Siles Zuazo (1956-60), aunque legitimado por el nuevo voto universal, enfrentó crisis inflacionaria, huelgas y escasez. El Plan Eder buscó estabilizar la economía, pero fue resistido por la COB. En 1959, la Falange Socialista Boliviana organizó un fallido golpe de Estado que terminó con el suicidio de su líder, Oscar Unzaga de la Vega, lo que significó el fin de la derecha conservadora.

En 1960 retornó Víctor Paz Estenssoro, pero su segundo mandato se volvió una prolongación débil del anterior. La creciente crisis llevó al golpe de Estado del general René Barrientos en 1964, quien instauró una dictadura militar y desmanteló el régimen nacido en 1952. El país retornó al viejo orden con una democracia formal sin contenido social.

La década posterior fue marcada por inestabilidad y golpes militares. Barrientos murió en un accidente aéreo; lo sucedió Adolfo Siles, derrocado por Alfredo Ovando. A su vez, Ovando fue sustituido por Hugo Banzer en 1971, quien instauró una dictadura con represión, aunque conservó medidas reformistas anteriores. El retorno democrático en los años 80 trajo consigo un nuevo viraje: el Decreto Supremo 21.060, dictado por Víctor Paz Estenssoro en 1985, eliminó el modelo de capitalismo estatal e introdujo políticas de libre mercado. Las empresas públicas fueron capitalizadas, incluyendo la minería.

La administración de Gonzalo Sánchez de Lozada profundizó el neoliberalismo, lo que causó un creciente rechazo popular. Su renuncia abrió la puerta al ascenso de Evo Morales, líder cocalero, que propuso un modelo “socialista” con base en el comunitarismo indígena. Elegido presidente, convocó a una Asamblea Constituyente y promulgó una nueva Constitución, con fuerte carga populista y autoritaria. Morales destruyó la institucionalidad, deterioró la economía y afectó incluso a los pueblos indígenas que decía defender.

Tras más de 70 años, Bolivia volvió al punto de partida. El populismo de Morales habría desmantelado todo lo construido desde 1952. El país llegó a su bicentenario sumido en el retroceso, sin futuro claro y sin haber consolidado los logros revolucionarios. La historia, parece haber dado un giro completo para volver al inicio, simbolizando muchos años perdidos. La mayor tragedia es tener que empezar de nuevo lo que ya se había empezado.

  • LUIS ANTEZANA ERGUETA
  • ESCRITOR E HISTORIADOR
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21