En Occidente, muy influenciados por Francis Fukuyama, solemos pensar que la Guerra Fría y la Guerra Santa son cosas del pasado, recuerdos de una época donde la iglesia era un factor de poder, o cuando la URSS se disputaba la hegemonía con Estados Unidos.
Sin embargo, mientras Fukuyama escribía El fin de la historia, Maximovich Primakov empezaba a hablar de un mundo multipolar con Rusia a la cabeza. Por su parte, los musulmanes seguían pendientes de expandir el Gran Califato mediante la yihad. Es decir, que ni la Guerra Fría terminó ni las guerras religiosas quedaron en la Edad Media.
En las últimas tres décadas, Irán, usando una mezcla de acuerdos comerciales, «ayudas» humanitarias e invasión religiosa, ha colonizado Hispanoamérica de manera silenciosa. Evo Morales, Daniel Ortega, Hugo Chávez, Rafael Correa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner han tejido una red alianzas con la teocracia de los ayatolas. Una alianza donde no los une nada, salvo el odio que tienen contra la democracia, el libre mercado y los Estados Unidos. Al respecto, Marzena Kożyczkowska, analista del periódico www. disidentia.com, explica:
- Irán conquista sectores estratégicos invirtiendo en el campo energético, agrícola y científico. En Bolivia construyó hospitales, plantas lácteas e impulsó la mecanización agrícola, eso sí, todo a crédito. En la Venezuela chavista, los acuerdos bilaterales incluyen: construcción y reparación de refinerías y plantas petroquímicas (El Palito, Paraguaná), y el suministro de 1,7 a 2,8 millones de repuestos desde 2022. Además, el Plan de cooperación de 20 años firmado en junio de 2022 establece la exportación de 200.000 automóviles y la reactivación de Venirauto, una empresa de capital mixto entre Venezuela e Irán (Saipa), que estaba inactiva desde 2015. ¿Qué se está entregando y quién se lucra con ello? A cambio de proyectos industriales y automóviles, Irán recibe el crudo pesado, exenciones arancelarias y contratos estatales en Venezuela. Estos acuerdos fortalecen también a PDVSA, la petrolera estatal venezolana y protegen al régimen de Maduro frente a sanciones internacionales.
Pero los ayatolas no son los únicos que tienen sus garras puestas sobre la región, Putin es otro, veamos:
Rusia no es una gran potencia en términos económicos, tecnológicos o militares. Por ende, enfrentar a Estados Unidos de manera frontal equivaldría a un suicidio, algo que ya sabían desde la crisis de los misiles de los años 60. Su estrategia es usar la guerra asimétrica para atacar a Washington. Sus principales socios son las dictaduras de Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, desde donde salen toneladas de narcotráfico y miles de pandilleros.
Estamos frente a un gobierno de mafiosos que usan todos los crímenes para atentar contra el sistema democrático en la región. De ahí, que Putin haya enviado al grupo Wagner a apoyar a Maduro durante las protestas posteriores al robo de las elecciones del 2024. Usar grupos armados irregulares y pandilleros le garantiza a Rusia una presencia armada en la región con dos ventajas: 1) no ser involucrada directamente y 2) no ser sancionada por violar tratados internacionales.
Además, el Kremlin ha sabido usar muy bien sus recursos publicitarios, pues mientras se presenta a Putin como el paladín del conservadurismo, su dictadura financia muchas de las agendas progresistas, entre ellas, los grupos LGTB y la ideología de género.
A modo de cierre: irónicamente, los gobiernos adheridos a la franquicia del Socialismo del Siglo XXI se llenan la boca despotricando contra el colonialismo, pero convirtieron a sus países en colonias rusas, iranies y chinas, puesto que ninguno de esos regímenes ha venido a la región a tender puentes comerciales y culturales. La pregunta clave es: ¿hasta cuándo vamos a seguir ignorando estas amenazas?
- HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
- ECONOMISTA, MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA
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