Los jóvenes no leen lo que los adultos quieren que lean

Estuve tentado de escribir un artículo que rezaba así: “Los jóvenes ya no leen y menos entienden lo que leen”. Contaba a mi favor varios hechos, entre ellos, los errores en los exámenes que se tomaron a los jóvenes de primer año de universidad, el drástico recorte del tiraje de los periódicos (de diez mil a mil o dos mil) y, la falta de interés en temas de cultura general; sin embargo, otras evidencias me llevaron a resignar este titular y ser más cauto en mis afirmaciones.

Los jóvenes no leen. Falso, porque leen lo que les atrae y no lo que les proponemos los adultos. Sin embargo, la juventud de hoy, está todo el día con el móvil y es poca amiga de los libros propuestos. En otras palabras, hay un divorcio entre lo que los profesores y padres piden leer a los jóvenes y la opción de estos.

Por un momento me puse al lado de los maestros severos, quienes afirman que: los chicos no leen, que están todo el día con el celular, que la falta de lectura ha llevado a una pérdida de valores, que llega indefectiblemente a un embrutecimiento cultural. Esta visión apocalíptica sobre la lectura esgrimida desde mi mundo adulto, para cuestionar las prácticas de niños y adolescentes, me lleva a cuestionar también a mis coetáneos porque, así como hay adultos que no leen, siempre habrá jóvenes que no se sientan atraídos por los libros. Lo que sí resulta novedoso es esta aparente dualidad entre libros y las tecnologías que abren el espacio de otro nivel de reflexión. Si puedo sacar una primera conclusión: “a más pantallas, menos libros”.

Con la llegada de las tecnologías de la comunicación, pareciera exponerse a la vista y la opinión de todos, que los jóvenes se van alejando cada vez más de las lecturas, reemplazándolas por la variedad de usos que nos brinda la red Internet. Los niños, antes ausentes en las conversaciones de sobremesa tienen ahora la oportunidad de corregir a los padres y abuelos porque en la rápida consulta a su aparato celular, sacará de error al abuelo, quien afirmó que Nepal se encontraba en África o que China sigue siendo la nación más poblada del planeta.

Es que muchos de los análisis que sostienen la teoría de que los jóvenes leen menos, están basados en estadísticas de venta de materiales impresos (periódicos, libros, revistas). Por supuesto, hasta hace no muchos años, la única manera de informarse o entretenerse con una lectura era partir de este soporte mencionado anteriormente. Con la aparición de internet y su inmenso abanico de contenidos, las redes sociales proporcionan un acceso inmediato e ilimitado a millones de opciones: artículos, ensayos, notas, textos de todo tipo y libros enteros, de manera gratuita.

El lenguaje escrito se va a consolidar mejor, en cuanto a redacción, sintaxis y ortografía, si se tiene un buen nivel de lectura; sin embargo, el fenómeno de las redes sociales, donde acuden los jóvenes, les invitan a adherirse o rechazar algunas lecturas, pocos opinan y cuando lo hacen destrozan el idioma con la faltas gramaticales y errores ortográficos. Siguiendo a Vargas Llosa, estamos en “un mundo de entretenimiento en el que la diversión tiene la primacía, un mundo en el que se banaliza la cultura y en el que el periodismo difunde antes que información chisme y escándalo de manera irresponsable”.

Pero los jóvenes no solo leen libros de texto, leen también novelas gráficas y, sobre todo, cómics y manga, algo que se retroalimentó con el fabuloso multiverso creado por Marvel. Se leen novelas en Wattpad, cuentos en blogs. Hay nuevos estilos de habla y de escritura que están siendo generados gracias a estos medios.

Si nos basamos en las estadísticas son 3.000 millones la cantidad de usuarios con los que cuenta en la actualidad, la red social más popular del planeta, Facebook, de manera que los educadores deberían llegar por ese conducto.

De acuerdo con el escritor y docente Federico Lorenz, “los estudiantes de secundaria, leen en celulares o tablets pero también leen en libro, y así se produce una modalidad de consumo híbrida. Las redes han modificado los hábitos y los soportes, pero también han impactado de una manera positiva en la circulación de la información sobre los libros”.

Me sentí decepcionado al constatar en las estadísticas de los artículos que escribo a través de Facebook, que solo el 2% de mis pocos seguidores son jóvenes entre 18 y 25 años; me consuela saber que los jóvenes siguen otras vías para leer, pero me siento decepcionado por el alejamiento a la historia, a las grandes obras de la literatura universal y la cultura general. Los modistos y chefs parecen tener hoy el protagonismo que tenían antes científicos y filósofos y cómo las estrellas de la televisión y los futbolistas tienen la influencia en los gustos y las costumbres que antes tenían los pensadores, entiendo que en nuestro país hay una dura tarea por mejorar el encanto de leer, que no es precisamente uno de los objetivos trazados por la Ley Avelino Siñani.

  • ERNESTO MURILLO ESTRADA
  • COMUNICADOR, FILÓSOFO, ACADÉMICO Y DOCENTE UNIVERSITARIO
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