Este domingo 17 de agosto, Bolivia no sólo votará: se mirará a sí misma. La cita con las urnas y con el futuro no es solo un trámite más de la democracia, es un examen íntimo que nos va obligar a reconocer lo que somos, lo que hemos sido y lo que aún podemos ser. En esa franja breve de tiempo, mientras doblamos una papeleta y la dejamos caer en una urna, decidimos qué país queremos seguir construyendo… o destruyendo.
Bolivia es un país que vive en constante tensión entre su pasado y su futuro. Una nación forjada en la resistencia, marcada por levantamientos, dictaduras, transiciones y pactos rotos. Somos la herencia de Túpac Katari y Bartolina Sisa, pero también de las ciudades que se levantaron sobre minas de plata y estaño; de la revolución de 1952 que transformó el mapa social, y de la recuperación democrática de 1982 que nos enseñó que votar era una conquista. Sin embargo, cada elección nos recuerda que la democracia no es un regalo perpetuo: es un frágil acuerdo que puede romperse si dejamos de cuidarlo.
En nuestras calles conviven lo ancestral y lo moderno. Un país de cholitas que sostienen la economía desde los mercados, de jóvenes que sueñan en spanglish con un futuro global, de mineros que bajan a la tierra con la misma fe con la que suben a marchar, de campesinos que cuidan la tierra mientras la ciudad la devora, y de una clase media que oscila entre la esperanza y el cansancio. Esa es la Bolivia que este domingo se presentará ante las urnas: una mezcla compleja de historia, cultura, heridas y aspiraciones.
Pero no podemos ignorar lo que también somos: un país con instituciones debilitadas, con una política que a menudo confunde gobernar con mandar, con partidos que se reinventan solo para volver a ocupar los mismos lugares de poder. En los últimos años, hemos visto cómo el debate público se ha reducido a eslóganes vacíos y a guerras de desgaste. Y, aun así, cada boliviano y boliviana sabe que votar es más que elegir candidatos: es decidir si confiamos todavía en el pacto democrático o si lo dejamos morir en silencio.
Las elecciones de este domingo ocurren en un momento delicado. El mundo mira a Bolivia no solo por su litio ni por su posición estratégica en Sudamérica, sino porque representamos un laboratorio vivo de las tensiones que atraviesan la región: populismos que se desgastan, democracias que se tambalean y sociedades que buscan nuevas formas de representarse. Pero lo más importante no es lo que ven desde fuera: es lo que veremos nosotros cuando todo termine y nos enfrentemos a los resultados.
Bolivia es también su gente: el comerciante que abrirá su puesto más temprano para ir a votar, la madre que llevará a sus hijos al recinto, el joven que acudirá por primera vez a ejercer su derecho, el anciano que recuerda cómo era votar cuando la democracia recién volvía. En cada uno de ellos late una porción de patria, con sus dudas, sus miedos y sus esperanzas. Esa suma de actos individuales formará, como siempre, un rostro colectivo.
El domingo será un día de rituales: las filas, las papeletas, la tinta en el dedo, los conteos que se siguen en la radio y en los teléfonos, los aplausos y las lágrimas. Pero el verdadero significado no estará en quién gane o pierda, sino en si como país somos capaces de asumir que la democracia no termina en el voto. Empieza ahí. Y lo que pase el lunes, el martes y el resto de los años dependerá de si seguimos participando, exigiendo y recordando que el poder se nos confía para que lo vigilemos, no para que lo adoremos.
Bolivia, este domingo te miras al espejo. Y como toda mirada honesta, puede doler. Podrás descubrir arrugas que no quieres ver, heridas que siguen abiertas y promesas que no cumpliste. Pero también podrás encontrar la fuerza que siempre te ha salvado: esa mezcla de rebeldía y esperanza que te impide rendirte. La decisión que tomes no cambiará solo a tu gobierno: te cambiará a ti.
Porque las urnas no adivinan el futuro. Lo que sí hacen, como todo espejo, es devolvernos el reflejo exacto de lo que hemos decidido ser y darnos la esperanza de un mejor futuro. Y este 17 de agosto, Bolivia, la imagen será tan verdadera como tu propio voto.
- SERGIO PÉREZ PAREDES
- Coordinador de Estudiantes por la Libertad en La Paz, con estudios de posgrado en Historia de las ideas políticas y Estructura de discursos electorales.
- *NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21


 
			 
			 
			