Un Bicentenario con sabor a podrido

Serán 200 años desde ese glorioso 6 de agosto de 1825, día en el cual se firmó el Acta de la Declaración de Independencia en la ciudad de Sucre, marcando el fin del dominio español y el nacimiento de la República de Bolivia. Después de la derrota del ejército español en la batalla de Ayacucho librada un 9 de diciembre de 1824, el mariscal Sucre avanzó hacia los territorios del Alto Perú (actual Bolivia), donde una asamblea de diputados de las provincias del Alto Perú se reunió en Chuquisaca, esa Asamblea General Deliberante del Alto Perú, fue un órgano integrado por representantes de las provincias del Alto Perú (La Paz, Charcas, Potosí, Cochabamba y Santa Cruz) que tuvo por cometido principal optar por la anexión de los territorios hacia un país limítrofe o su independencia y, tras deliberar, declaró la independencia absoluta del territorio.

Para quienes no conocen la redacción del Acta de la Independencia; redactada por José Mariano Serrano, casi al final de esta indica lo siguiente… “y el sostén inalterable de su Santa religión Católica, y de los sacrosantos derechos de honor vida, libertad, propiedad y seguridad.” … tiene indudablemente un espíritu Libertario.

A partir de su independencia hasta los casi 100 años Bolivia experimentó una serie de gobiernos que solo buscaban subirse al poder, sentarse en la silla presidencial y olvidarse de proponer un objetivo claro de desarrollo para nuestro país, casi todos los presidentes hasta 1899 tenían una visión populista social que enarbolaba al Estado como un ente proteccionista, paternalista y ser el único ente capaz de traer el desarrollo al país. Craso error como siempre.

Después de una dura guerra civil en 1898 que vino casi como anexo de lo que fue la desastrosa campaña en la Guerra del Pacífico, la victoria de La Paz en la Guerra Federal le había otorgado la sede permanente de los poderes Ejecutivo y Legislativo, pero mucho más importante trajo la corta pero grandiosa época liberal en nuestro país. Gracias a esta época se cortó un buen tanto la visión de un Estado benefactor y pasó a generar actividad económica por parte de los ciudadanos privados. Es en esta época donde empresarios privados muy capaces y sagaces supieron buscar mercados y hacer negocios a nivel mundial, el más representativo por supuesto es Simón Iturri Patiño, que partir de 1900 logró posicionar a Bolivia como uno de los países con fuertes posibilidades de inversión e industrialización, para 1916 las exportaciones subieron un 120% desde 1899. Por supuesto,  los productos estrella de exportación eran Estaño y Plata. El tratado de 1904 entre Bolivia y Chile estableció el libre tránsito por el territorio chileno de las importaciones y exportaciones bolivianas que pasaban por sus puertos, esto permitió que las exportaciones fuesen competitivas a nivel internacional, así como la importación era más accesible debido al nivel de economía que se permitía nuestro país en ese entonces. Gracias a esas medidas económicas inversores internacionales de gran peso mundial como la Richmond Levering que luego cedería a la Standard Oil Company a la cual le debemos prácticamente todo el negocio del gas y el petróleo, en nuestro país, gracias a sus fuertes inversiones se dio el paso inicial para industrializar recursos hidrocarburiferos. Desde luego, es gracias también al movimiento de capitales generados en esta época que, a partir de 1915 la red ferroviaria se extendió a las principales ciudades del occidente del país. Los ferrocarriles eran considerados como el epítome de la modernización en esa época. El financiamiento de este medio de transporte provino tanto de capitales bolivianos como de inversiones directas extranjeras y, sobre todo, de préstamos externos. En esa época Bolivia fue, junto con Colombia, fueron de los países pioneros en el desarrollo del transporte aéreo en Sud América. Justamente para la celebración del centenario de la República, Guillermo Killman y otros ciudadanos alemanes fundaron Lloyd Aéreo Boliviano – LAB, importando el famoso avión Junkers F-13 bautizado como “Oriente”, el primer vuelo comercial fue un 5 de agosto de 1925 de La Paz a Sucre. El liberalismo trajo, sin duda, un desarrollo no visto durante los primeros 100 años de la República. La luz eléctrica, el tranvía, las comunicaciones dieron al primer centenario libertario una velocidad desconocida. La gente podía acudir en carruajes o en los primeros autos a la estación del Ferrocarril Guaqui en La Paz, La estructura de fierro era una muestra de la creciente influencia parisina en varias ciudades. Aunque sobrevive una leyenda negra contra los liberales, debemos destacar su aporte a la cultura –como alentó Daniel Sánchez Bustamante–, a la educación, al conocimiento y al embellecimiento de varias ciudades, esto debido principalmente al movimiento de capitales que en esa época se generaba. En ese entonces se celebró el CENTENARIO con mucho progreso gracias a los gobiernos liberales.

Lamentablemente, cuando todo va bien, en nuestro país el progresismo o las visiones de izquierda usan todo tipo de métodos para perjudicar el desarrollo económico dentro un modelo de libertad de mercado. El 12 de julio de 1920 Baptista Saavedra Mallea, aliado junto a un joven abogado Hernando Siles, miembro del partido Republicano, partido con tendencia de izquierda, toman el poder con un golpe armado, matando incluso al jefe de Policía, el coronel Justo Pastor “el Tigre” Cusicanqui, con un tiro en la frente.

A partir de ese momento nuestro país pasa por una serie de gobiernos de izquierda hacia centro izquierda y algunos con cortes fascistas. Cada vez que se trata de dar un paso hacia un modelo de libre mercado salen con nacionalizaciones, restricciones a las inversiones, modelos económicos estatistas, claros ejemplos son las nacionalizaciones de David Toro y Germán Busch a la Standard Oil o también cuando Alfredo Ovando Candia nacionalizó los bienes de la Gulf junto con su ministro de Minas y Petróleo, Marcelo Quiroga Santa Cruz, comunistas ambos, la nacionalización de las minas por el MNR, la hiperinflación de Hernán Siles Zuazo, el progresismo de Jaime Paz Zamora y el déficit fiscal extenuante, y tantos otros hechos nefastos, vergonzosos y totalmente ignorantes acerca de cómo llevar a cabo políticas económicas favorables en nuestro país,  han hecho que seamos uno de los países más atrasados en el mundo.

Por eso vuelvo al título, sabor a podrido, estamos en el festejo de 200 años de la declaración de independencia, pero en un marco de desasosiego general, fuerte inflación, presencia de un dólar en el mercado negro, falta de combustibles, harina, aceites y otros, cero inversiones privadas y un clima de incertidumbre que muchos optan por salir del país. Un Bicentenario donde no hay mucho que celebrar. En los años 60s empezó una visión de país generada por nuevas generaciones de políticos en Latinoamérica, tales como, el Che Guevara, Salvador Allende, Fidel Castro, etc. y en nuestro país acólitos como Jaime Paz, Marcelo Quiroga, Juan Lechin, Juan del Granado, lamentablemente con visión de izquierda “revolucionaria” empezaron a tomar puestos de poder, esa fuerza política se ramificó y como la mala hierba, se extendió en todo el campo nacional. Toda esta visión política creció hasta llegar a un punto de tope con un claro representante, Evo Morales y el MAS, obviamente pasando por personajes como Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina, Manfred Reyes Villa, Luis Arce Catacora, que al igual que los políticos que pasaron antes de los 100 años de vida de nuestro país solo quieren subirse al poder, sentarse en la silla presidencial y olvidarse de proponer un objetivo claro de desarrollo, como siempre con “una visión populista social que enarbola al Estado como un ente proteccionista, paternalista y ser el único ente capaz de traer el desarrollo al país”.

Llegamos a un Bicentenario con sabor a podrido, desde fuera se lo pinta exquisito, con un panorama de industrialización, soberano y de conquista social (visión de izquierda) pero cuando das el primer mordisco de realidad te encuentras con que todo está podrido, no hay nada que deglutir y muchos terminarán masticando este Bicentenario que no tiene sabor, no hay sentimiento de orgullo ni tampoco de pasión cívica, no hay logros. Sacamos la bandera, cantamos el himno y luego a seguir buscando cómo sobrevivir en una tierra donde no hay ley. Está claro, el que quiera animarse a comerse esta celebración tendrá que tener un estómago fuerte, lo complicado será después cuando los síntomas lleguen al comer algo que estaba podrido.

  • Oscar Arce
  • Economista. Liberal, libertario y conservador
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