A finales de septiembre, durante un almuerzo familiar, uno de mis sobrinos me preguntó: «¿qué crees que vaya a suceder después de las elecciones de octubre?». De manera inmediata, su mamá salió a cortar el diálogo con la frase: «en la mesa no se habla de política. No molestes a tu tío». Como soy un convencido de la soberanía familiar, opté por no contradecir a mi prima.
Episodios como el de arriba descritos, son más comunes de lo que parecen. No se limitan, exclusivamente, a los eventos familiares, sino que es casi una generalidad, incluso en medios académicos. Sin embargo, esa actitud antipolítica es muy peligrosa, pues deja a las naciones indefensas ante quienes están dispuestos a usar la política para concentrar poder, aventureros inescrupulosos, diría el gran Hayek.
Acá es válida una interrogante: ¿cuáles son las consecuencias de esa actitud antipolítica?
El profesor de Relaciones Internacionales, Angelo Codevilla (+), en su libro: El carácter de las naciones, explica que las Ciencias Sociales parten de dos premisas contrarias: unas de la idea de Rousseau sobre la bondad natural del hombre; otras asumen la versión opuesta: el hombre es malo por naturaleza, ergo, su capacidad de hacer el mal debe limitarse.
Las consecuencias son directas: si creemos en la bondad natural del ser humano, pues, no pondremos límites ni barreras al poder. Empero, si estamos seguros que el hombre puede ser capaz de cometer las mayores miserias, por lógica, limitaremos con todos los mecanismos posibles el ejercicio del poder.
Codevilla, concluye que la antipolítica es un resultado directo de asumir la tesis de Rousseau, puesto que, si mis mandatarios son buenos, no tiene ningún sentido preocuparme por aquello que hagan.
No obstante, la realidad nos recuerda que los seres humanos somos capaces de las mayores maldades y que descuidarnos de eso nos trae terribles consecuencias, veamos:
A inicios del nuevo milenio, Bolivia y Chile no distaban mucho en el Ranking de libertad económica de la Fundación Heritage. Penosamente, en octubre del 2003, Bolivia sufrió un golpe de Estado y, con eso, ingresó a la franquicia delictiva del Socialismo del Siglo XXI.
Triste fue la suerte de quienes anunciamos el camino que estábamos tomando con la agenda de octubre y el sometimiento a la dictadura cubana. Todavía recuerdo que un profesor de Derecho Internacional, cuando cursaba mi segunda carrera universitaria, me dijo: «usted no superó la Guerra Fría. Sigue viendo muertos vivientes», o la burla que recibimos con un grupo de amigos en nuestro programa de TV. Años después, entendí que las universidades son rousseaunianas, por eso es que son la gran fábrica de socialistas del mundo. Pero eso es tema para otro artículo.
Ahora el país tiene más de 60% de pobres, problemas de abastecimiento de carburantes, escases de dólares, inflación de dos dígitos y una total ausencia de institucionalidad democrática. Nuestras familias y nuestros patrimonios fueron mermados en dos décadas de castrochavismo.
Hoy el peligro es mayor, se llama: Globalismo. Un proyecto que no se limita a controlar al ser humano, sino a rediseñarlo en función de una visión impuesta por una élite plutocrática. Al respecto, Agustín Laje, en su libro: Globalismo, explica:
- La antropología que subyace a la Agenda 2030 es una en la que el hombre no tiene familia. La figura del padre no aparece ni una sola vez, ni en los objetivos, ni en las metas ni en la resolución. La figura del hijo o de la hija, tampoco. La palabra «madre» se emplea una sola vez, pero para referirse a la «Madre Tierra». En lo que respecta a la palabra «familia», aparece una sola vez en un contexto de poca importancia, y su derivado «familiar» aparece dos veces como «planificación familiar». En suma, el hombre de la Agenda 2030 no tiene familia, no tiene patria ni tiene Dios; así, carece de una identidad fuerte, de la que puedan surgir energías políticas y morales, además de una voluntad férrea de autodeterminación.
Ahora entiende que, aunque usted no se meta a la política, la política igual se va a meter en su familia, su patrimonio y hasta en su cama. Superar la antipolítica es el primer camino para tener naciones libres.
- HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
- ECONOMISTA, MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA
- *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21


